Tal día como hoy de hace 30 años vio la luz el documento que ha dado origen a la situación de conflicto político y de enfrentamiento que ahora vive Cataluña. En los últimos días de julio de 1988, poco antes de las vacaciones de verano del Govern, Jordi Pujol distribuyó entre sus consejeros un papel que trazaba las bases de lo que debía ser la “nacionalización” del país.

El president había detectado un “cierto relajamiento nacional”, por lo que consideraba necesario estimular lo que él mismo definía como una “nación europea emergente” y trazó el llamado Plan 2000.

Era el auténtico programa oculto del nacionalismo catalán para las décadas siguientes del que únicamente tuvieron noticia en un primer momento sus elaboradores más cercanos --personajes muy próximos al líder máximo, como Joan Guitart, su conseller de Educación y Cultura-- y el Consell Executiu después.

Se trataba de un plan para dar la vuelta al calcetín: desde cómo situar los inspectores de educación para cribar el acceso al cuerpo docente del sistema público, hasta cómo infiltrarse en la sociedad civil, porque el proyecto consistía en generar un movimiento que pareciera como surgido desde la base. Enseñanza –reescritura de la historia--, medios de comunicación –impulsar el Avui, crear una agencia de noticias, cómo dirigir TV3--, sociedad civil –imitar las técnicas de infiltración que habían aplicado los comunistas en el tardofranquismo--, todo; incluida la actividad política visible: hablaba ya de la hipótesis de reformar el Estatut, que entonces aún no había cumplido 10 años de vida.

El documento base destilaba profundas creencias religiosas --uno de los objetivos era convencer a los catalanes de que tuvieran más hijos para evitar su dilución entre los inmigrantes--, y no entraba para nada en cuestiones económicas, financieras o empresariales.

La primera noticia que trascendió del asunto se produjo el domingo 23 de septiembre de 1990. Pujol había distribuido el papel de nuevo entre sus consejeros al inicio de las vacaciones de aquel año algo quejoso por el escaso entusiasmo que había despertado la primera entrega. Quería que lo meditaran durante el mes de agosto y que hicieran aportaciones a la vuelta.

La Vanguardia tituló en portada --a media altura-- con un suave Pujol prepara un plan de afirmación nacionalista la exclusiva que Rafael Jorba presentaba de forma bastante más explícita en el interior: El Govern de Jordi Pujol estudia los ejes de una campaña de ofensiva nacionalizadora.

El periodista resumía los 20 folios y subrayaba algunos de sus aspectos básicos. “Introducir a gente nacionalista de una elevada profesionalidad y una gran cualificación técnica en los lugares clave de los medios de comunicación” privados, era una de las consignas. Otra: “Convertir el periódico Avui en un gran diario de alcance nacional dotándolo de los medios técnicos y los referidos a redactores, corresponsales y colaboradores que lo conviertan en un medio competitivo. Actuar de forma parecida con un semanario de información general y con un magazine”.

Aquellos proyectos han triunfado en muchos de sus objetivos, los más importantes, y es evidente que han fracasado en otros --el nacionalismo no tiene más medios de comunicación que los públicos y aquellos privados que riega con dinero público--, pero en general se puede decir que el balance es muy positivo para sus intereses. Un mérito que, en todo caso, no obedece solo al buen hacer de sus promotores.

Una gran parte de ese triunfo hay que atribuirlo a la sociedad catalana que no era nacionalista, pero que comulgó y comulga con ruedas de molino limitándose a mirar hacia otro lado cuando tropieza con el disparate y los abusos.

Esa anestesia colectiva es evidente. Y, para muestra, un botón.

A la vista de que no se producía la reacción deseada --probablemente, una respuesta de resistencia desde los partidos no nacionalistas, desde el Gobierno central o desde las entidades cívicas locales--, quien había pasado el documento a La Vanguardia decidió volverlo a filtrar, a ver si tenía más suerte. Entonces lo pactó con dos diarios, que lo publicaron el mismo día, el domingo 28 de octubre

El País tituló de forma más intencionada que como lo había hecho su colega un mes antes: El Gobierno catalán debate un documento que propugna la infiltración nacionalista en todos los ámbitos sociales. Lo firmaba José Antich, que entonces no era nacionalista y tenía mordiente crítico, como los buenos periodistas. El Periódico de Catalunya, más distante aún que el diario de los Godó, tituló con un aséptico La estrategia de la recatalanización y se limitó a reproducir textualmente los 20 folios.

Pese a la reiteración publicitaria y a los esfuerzos del anónimo filtrador, nunca hubo respuesta. Y hoy, 30 años después, estamos donde estamos.

Felicidades, señor Pujol.