Si las casas de apuestas permitiesen porfiar sobre quién ha filtrado a la prensa el millonario contrato de Leo Messi, servidor pondría unos euros en la casilla correspondiente a los anteriores rectores del club. Ni a los provisionales transitorios de ahora, ni mucho menos a los que se disputan la presidencia del futuro les interesa ese debate. El chantaje moral del astro argentino a los últimos dirigentes precipitó la convocatoria avanzada de elecciones y fue de tal magnitud que había (existen aún) cuentas pendientes con el pequeño mago de la pelota. Podrían buscarse también motivaciones entre los que vienen, pero al final todos saben que el clan del argentino no permanecerá ni un segundo más en Castelldefels a la finalización de su contrato de esta temporada.

Mientras la culerada sigue deprimida por los pésimos resultados de los últimos tiempos y los socios dudan como jamás en la historia qué presidente les conviene más, todo el mundo sabe qué cobra y ha percibido Messi. El debate sobre si esos emolumentos se justificaban o no por los ingresos que generaban para el club queda en un segundo plano, cuando el común de los mortales se lleva las manos a la cabeza al conocer las siderales cantidades de ceros de las transferencias recibidas por el jugador.

El 15 de agosto de 2020 publiqué en esta misma sección un artículo en el que reclamaba al entonces presidente, Josep Maria Bartomeu, que vendiera al jugador cuando aún poseía un año de contrato vigente. Unos días antes había conocido ligeros detalles sobre las cifras que se embolsaba y cómo el deportista ejercía una presión sobre el club indigna de un empleado. Las redes sociales debatieron la columna y se produjeron algunos exabruptos dialécticos, lógicos por la pulsión sentimental del fútbol. Una semana más tarde, Messi dijo que se largaba, envió el burofax y siguió el fuego ardiendo. Se quedó por razones legales, ni tan siquiera por el salario millonario. Nadie de los que se han atrevido a plantar cara al omnímodo poder y la voracidad económica de la estrella ha sobrevivido indemne. Recuerden a Javier Faus, presidente del Círculo de Economía y exitoso gestor de Meridia Capital, como fue reprendido de forma directa por Messi cuando cometió el desliz de indicar en una emisora de radio que los contratos estaban para cumplirse y que no podían modificarse a capricho cada vez que una de las partes lo pidiera. El financiero acabó fuera del Barça. Existe una anécdota poco conocida: después de la controversia Messi debía hacerse un reportaje gráfico con los dirigentes de uno de los patrocinadores del club, tal y como está obligado por su relación contractual. Acudía Faus, entonces vicepresidente, en representación de la institución. Messi dijo que con Faus no se retrataba. Y tuvo que mediar Bartomeu, pedirle a su número dos que abandonase el asunto para evitar el bochorno de la entidad ante los patrocinadores.

Lo que sucede en Can Barça, y que el momentazo contrato vuelve a aflorar, no es muy distante de lo que acontece en la sociedad catalana. La ausencia de liderazgo amenaza el futuro inminente. Dentro de 14 días votaremos en la comunidad autónoma para escoger un nuevo Parlamento. Ojalá nos equivoquemos con la prospectiva, pero si las tendencias que señala la demoscopia se cumplen, habrá un poco más de lo mismo. Un arco parlamentario con abundancia de diputados independentistas, pertenecientes a partidos que compiten entre sí por sacarse las entrañas en estos tiempos, pero a los que resulta imposible desalojar de la narcosala independentista. Ni a ellos ni por supuesto a sus fieles, que han recibido exceso de metadona ideológica en los últimos tiempos como para desengancharse de la adicción en una sola legislatura, por mísera que haya sido. Tampoco el efecto Illa parece suficiente para darle la vuelta al enquistamiento en el que andamos. Aunque se produjera la paradoja de que el PSC ganara en votos, no lo haría en escaños por la concentración masiva de su sufragio en áreas que siguen ponderando menos que las circunscripciones rurales. Y de suceder eso, y ante la imposibilidad de formarse un ejecutivo de una u otra mayoría, tampoco es descartable una nueva convocatoria electoral. En suma: una Cataluña, que disculpen la crudeza, ha dejado de dar risa para provocarnos a los propios catalanes una profunda tristeza y decepción.

Coda: En ese contexto, esta semana se conocía la oferta que el fondo australiano IFM lanzaba sobre Naturgy. La cuestión no tendría más trascendencia que una operación libre de mercado (la empresa ya tiene dos fondos de inversión con un 40% en su accionariado) si no fuera porque la compañía nacida en Barcelona es estratégica en España por tratarse de un grupo energético que abastece de gas a más de medio país y por otra razón que tampoco es menor: el destinatario fundamental de la oferta es el 24% de Criteria, la sociedad de gestión de las participaciones de la Fundación Bancaria La Caixa. Una de las cosas que ha hecho bien la entidad catalana en las últimas décadas ha sido combinar el negocio financiero y su dimensión social con la conformación de un grupo industrial bien posicionado en sectores estratégicos de la economía.

La Caixa pasó por el capital de Endesa, Repsol, Abertis y permanece aún en Telefónica, Saba, Suez y Naturgy entre las principales joyas de su cartera de participaciones. Su aportación ha sido capital y gestión. No obstante, da la sensación de que la OPA llegada del continente austral no aterriza en el mejor momento para Criteria. Quizá la integración entre Caixabank y Bankia ha despistado a los gestores del grupo del resto de flancos. Es de extrañar que el comandante de todas esas naves no estuviera al cabo de las posibilidades de verse atacado con una oferta interesante en términos de retribución del capital pero que reduce la posición de su grupo a cierta insignificancia en la gestión. Isidre Fainé conoce bien la empresa, la presidió hasta que dio paso a Francisco Reynés, y sabe lo estratégico de su función en una sociedad como la española y en un mercado energético en transformación hacia la sostenibilidad. La información de primera mano que posee, unido al desinterés de los dos primeros espadas de la Moncloa por perder otra joya multinacional, debieran bastar para que Naturgy siguiera bajo influjo español gracias a Criteria. En cualquier caso, el instrumento gestor de la fundación bancaria debe decidir de forma más clara cuál es su política en el medio plazo. Si actúa como un fondo industrial con rostro social o se alinea con los fondos financieros más especulativos. Esa, en definitiva, es la decisión pendiente de adoptar y cuyo aplazamiento no debiera dilatarse. Hay mucho capital circulando por el planeta hibernado en los primeros meses de pandemia y que amenaza con hacerse visible de inmediato adquiriendo empresas estratégicas en todos los sectores. Y no estamos para más depresiones, que con Cataluña y el Barça ya vamos servidos.