La humillación que el Bayern de Múnich infligió al Barça este viernes pasará a la historia del barcelonismo. Al igual que los trofeos se conservan en vitrinas y museos, derrotas como la de la Champions deben emplearse para sacar lecciones. El carácter catalán, dado a recrearse en las derrotas y en la épica del sufrimiento, sacará buen partido de los ocho pepinazos que los alemanes nos clavaron a los culés.

Bien, ya está, hasta aquí el parte de daños. Ahora toca encarar un delicado futuro en el que lo deportivo puede ser la coartada de los bucaneros que acechan para tomar el control de la entidad con finalidades no precisamente deportivas. ¿Cómo se supera este asunto para recuperar la moral de un club que pretende ser algo más que eso? ¿Qué debería pasar para que la afición barcelonista recupere la alegría y la ilusión por los éxitos de su equipo? Van, a modo de improvisada catarata, algunas ideas:

1. Hay que vender a Messi. El astro argentino, que ha sido el mejor jugador del mundo de fútbol, el más preciosista y brillante, el más rápido, el que mejor se anticipaba, no puede seguir jugando al mismo nivel. Pero eso no es lo peor. Lionel Messi, su padre y su entorno, no pueden seguir controlando la entidad, cosa que sucede a la práctica. Son ellos los que deciden las políticas que aplica la secretaría técnica; es el clan argentino quien da la última palabra sobre los fichajes; e, incluso, son quienes se atrevieron a oponerse a la rebaja salarial de la plantilla cuando la pandemia forzó el parón de la competición española. En estos momentos, aún se contarían por más que decenas los millones de euros que se obtendrían con la operación.

2. Josep Maria Bartomeu no debe dimitir. El presidente ya está más que chamuscado, es pura brasa en el fuego. Le quedan unos meses de mandato para convocar elecciones y dar paso a una nueva junta directiva. Justo por eso es interesante que Barto no se largue y se dedique a hacer tabla rasa en este tiempo que aún le pertenece. Él lo sabe, la pandemia ha evitado pañoladas semanales que hubieran acelerado su salida. Pero no puede abandonar ahora dejando la institución a merced de las corrientes de opinión que controlan el eco mediático y que viven tuteladas por aquellos que intentarán la presidencia del club y el control de sus órganos de gobierno no para ganar la próxima Champions, sino para poner el club al servicio del nacionalismo catalán.

3. Solo alguien quemado como el actual presidente y su junta directiva puede aguantar sin miedo los envites de los nerviosos y hacer una limpieza definitiva. Estaría bien que antes de marcharse, Bartomeu explique los chantajes de Messi; sus caprichos; cómo maneja y ha dividido el vestuario en tres grupos; cuánto cobra; y, no menor, cuánto dinero más pide cada equis meses en una especie de pseudochantaje dinámico a los que supuestamente mandan. Haría bien Bartomeu en hacer públicos algunos mensajes del astro argentino para que se conociera su vertiente más prosaica, menos de figura del balompié. Así quizá muchos se sorprenderían si conocieran que el verdadero amor es por la plata y que el divismo de la estrella supera con mucho el calificativo de pesetero que se le asignó en su día a Johan Cruyff.

4. Bartomeu y su junta directiva saben que Víctor Font es el candidato de Junts per Catalunya al Barça. Joan Laporta y Carles Puigdemont pactaron en Perpiñán cómo retirarse de la contienda electoral para dejar el camino más libre a Font, con sus condiciones y prestaciones. Ahora, los radicales de Waterloo están forzando unas elecciones a la presidencia de carácter urgente. ¿Por qué? Pues sucede que son ellos quienes tienen la candidatura más avanzada y de precipitarse la llegada de las urnas harían casi imposible la existencia de alternativas de otro signo.

5. El consejero de Interior, Miquel Buch, y el número dos de su departamento, el secretario general Brauli Duart, deberían dar explicaciones de cuáles son las razones por las que los Mossos d’Esquadra han sido encargados de investigar el mal llamado Barçagate (el lío de las redes sociales) y además de practicar un registro en las oficinas del club ahora están empujando al juez del caso para que facilite la entrada en domicilios particulares y profesionales del presidente y otros miembros de la directiva. Por qué razón han puesto a los comisarios Jordi Ollé y Lluís Miquel Venteo al frente de esas investigaciones. ¿Se pretende darle morfología de escándalo y forzar con las pesquisas un adelanto de las elecciones?

6. El Barça del éxito fue el basado en la Masia, en los jóvenes que practicaban un estilo de juego fresco y desenfadado que Cruyff simbolizó y que el Ajax ha sido capaz de mantener casi incólume pese a la presión de la industria deportiva por los resultados inmediatos. Adiós a los Piqué, Busquets, Alba, Suárez..., todos aquellos que han cumplido su ciclo deportivo y siguen aferrados al club más por lo que fueron que por lo que son. Sea quien sea el nuevo entrenador, el nuevo director deportivo, incluso sea cual sea la junta y el presidente que suceda al actual haría bien en regresar a ese modelo meritocrático, a esa identidad tan reconocible para el socio y defendible a los cuatro vientos. Ayudarse con los fichajes externos necesarios, pero cultivar el fútbol desde la base harían mucho más grande a un club de fútbol que ha sido errático y estuvo desnortado en esa filosofía durante un tiempo excesivo: el transcurrido entre los grandes éxitos y la humillante derrota de Lisboa.

Si el Barça hace una lectura lógica de los resultados, sin precipitaciones, aún está a tiempo de enderezarse sin sucumbir al futuro que le aguardará cuando acabe siendo colonizado por el secesionismo. Si Josep Lluís Núñez lo impidió y hasta el muy independentista Laporta fue capaz de envainarse su ideología mientras ejerció el poder, Bartomeu tiene el reto de evitar una catástrofe de esas características en la recta final de su mandato. Los ocho goles del Bayern se suavizarán en la quebradiza memoria del aficionado, pero entregar el club a intereses bastardos podría pasar a la historia con mucha peor reputación para quienes lo faciliten. No serán solo los socios quienes se acuerden, sino toda una masa social más transversal y plural que acabará pasando cuentas sobre el destino del club cuando deje de ser un espacio común vinculado solo al fútbol o al deporte en general.