Vaya por delante que el currículum público del doctor Joan Vegué es envidiable. El nuevo y polémico jefe de la salud mental catalana es licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona (UB), especialista en Psiquiatría por la Universitat Pierre et Marie Curie, máster en Psicoterapia Analítica por la Universidad de Saint Denis, máster en Organización de Servicios Sanitarios por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), profesor en el Personality Disorders Institute de Nueva York (Estados Unidos) y miembro de la Sociedad Internacional de la Psicoterapia Focalizada en Transferencia, además de facultativo en activo.
Pero su nombramiento no ha gustado. El nuevo coordinador (por presidente) del Plan Director de Salud Mental de Cataluña, una apuesta del equipo de Josep Maria Argimon, decidirá sobre inversiones, prioridades, líneas maestras y actuaciones generales de la consejería que más recursos públicos consume de todo el Govern desde dos puestos potencialmente conflictivos en el sector privado. Es director médico de un proveedor y, hasta el 9 de marzo de este mismo año, consejero de la misma sociedad. También es vicepresidente de otra joint venture público-privada: el TLP Barcelona.
En sanidad, como en muchos campos, la colaboración público-privada es esencial. Pero los partenariados chirrían cuando las personas que los deben dirigir tienen potenciales intereses directos en su industria. Es lo que ha pasado con el doctor Joan Vegué, el hombre de Argimon en salud mental: tiene, potencialmente, conflicto de intereses.
No es que haya una colisión directa, por ahora, es que la podría haber. Desde la Consejería de Salud no lo aclaran, no dicen esta boca es mía y guardan silencio para que la crisis pierda gas como la gaseosa. Pero intra muros en Travessera de Les Corts saben que el escándalo es mayúsculo. Se ha acotado mal el límite entre lo público y lo privado y se imponen explicaciones que no se dan. No vale callar, conseller Argimon. Hay que aclarar si incurre un potencial conflicto de interés o si ello son solo temores de parte del sector sanitario.
Si son solo miedos, que se argumente, justifique y quede claro. Y a trabajar, que hay mucho que hacer en el campo del bienestar emocional de la ciudadanía. Pero si las mujeres y hombres de la guardia de corps del consejero que no lo parece deciden callar y capear el temporal, como han hecho hasta ahora, el problemas se enquistará porque la sombra de duda planeará sobre el nuevo gran hombre fuerte de la salud mental catalana.
Toda decisión que tome el doctor Vegué será examinada con lupa buscando posibles intereses ocultos. Ello no beneficiará el trabajo del departamento. Por contra, las primeras voces ya han alertado de que la sanidad catalana ha dado un paso atrás de vuelta a épocas que creía superadas. También citan posibles líneas de trabajo que benefician a las empresas del gurú, como la reducción de las camas de hospitalización --su proveedor opera camas de subagudos, por ejemplo, que sí quedarían en el sistema-- o el recorte en el número de proveedores --la empresa del doctor Vegué seguiría concertada--.
Por ello, desde mi humilde punto de vista, Salud debería explicar si hay conflicto de interés en el puesto del doctor Vegué, que dirigirá una de las áreas que son prioridad y claves para la consejería que más presupuesto público consume de toda la administración autonómica. Si no lo hay porque los cortafuegos están claros, a trabajar. Si persisten las dudas, que se opte por otros profesionales que, como el doctor Vegué, los hay, y muy preparados.
Pero guardar silencio ya no vale. Explíquese o céselo, conseller Argimon.