Un aire de resignación y de tristeza recorre Cataluña. No hay gobierno. La irritación ante el despropósito ha dado paso a la indiferencia. La bronca en el seno del independentismo es ya incomprensible hasta para los propios interesados. Y todo se ha reducido a una lucha por el poder. Pero no el poder de la Generalitat. Lo que se anhela es algo más prosaico, pero también más importante a largo plazo. Es Junts per Catalunya (JxCat) la formación que lo distorsiona todo en Cataluña. Algunos consideran que se trata de algo lógico, porque su principal valor político, Carles Puigdemont, sigue en Bruselas y necesita una urgente salida personal que, por ahora, el Gobierno de Pedro Sánchez no está en disposición de ofrecerle. Pero el problema es que se ha establecido una división de intereses alentada, inicialmente, por el propio Puigdemont.

El jefe del partido en el “interior” es Jordi Sànchez. Está en la cárcel, pero domina la situación, porque tiene una larga experiencia en la organización interna de los partidos, y una alta capacidad de liderazgo. Sànchez mantuvo una muy buena interlocución en el otoño caliente de 2017 con todos los dirigentes políticos y, en especial, con los directores de los medios de comunicación. Se ofrecía como mediador, como el hombre que podía resolver un choque de trenes que finalmente se produjo. Sànchez no acabó de valorar lo que el movimiento independentista tenía entre manos y perdió la batalla. Pero ahora prepara un instrumento político, JxCat, de cara a un largo periodo en el que los exconvergentes no están dispuestos a que ERC se haga con la hegemonía política.

Sànchez cuenta con piezas importantes en ese organigrama, como Elsa Artadi, que ha cuidado todos sus pasos con esmero. Sigue siendo uno de los mejores referentes de JxCat, con una ideología liberal que se puede contrarrestar frente a los republicanos y la CUP, y con compañeros de viaje que proceden de la antigua CDC, y que lo que más desean en este mundo es seguir al mando de la administración autonómica, donde han pasado de ser jóvenes ambiciosos a maduros estables que ya miran el horizonte de la jubilación. Con todos esos mimbres, Sànchez prepara el congreso de JxCat para la primera semana de mayo --tras una nueva prórroga--, que debe ser la gran “fiesta” del independentismo. ¿Formar el Govern? Eso ya se verá, aunque se desea, pero en el último momento. Lo que cuenta es fortalecer el partido, constituirlo, mientras Carles Puigdemont sigue en Bruselas, sin decidirse a actuar.

Es la nada en Cataluña, porque Junts per Catalunya no quiere aportar gran cosa al debate político catalán, ni buscar fórmulas para lograr una salida digna del independentismo, que no se atreve a aterrizar con dignidad. Pero Sànchez puede tener un problema. Algunos dirigentes de su órbita y la de Artadi no esconden que Laura Borràs podría ser un dique para sus intereses, porque pretende hacerse fuerte en el Parlament con su grupo de fans y amigos: entre ellos Josep Costa, Dalmases o Madaula, a quienes les da igual constituir un Govern con ERC. ¿Hasta el punto de complicarle la vida a Sànchez en ese congreso? No lo parece, pero las pullas internas se intensificarán, mientras Esquerra espera algún gesto, algún golpe de responsabilidad de los posconvergentes para que Cataluña pueda tener un Ejecutivo más o menos con cara y ojos al frente de la Generalitat.

Mientras, el PSC sigue apostando a una carta que sabe que no tiene ninguna posibilidad. Esquerra no hará presidente a Salvador Illa, ni los Comuns facilitarán esa salida. Los socialistas insisten en que ganaron las elecciones del 14F, pero más allá de esa cuestión, importante, la formación del gobierno le corresponde a Esquerra, porque es la fuerza que puede bascular a izquierda y derecha, al campo constitucional o hacia el independentismo. Y, por tanto, debería ser Pere Aragonès quien tome alguna decisión en las próximas semanas, con fórmulas que no serían descabelladas y que constataría que queda alguien con cierta altura de miras: ¿buscar un gobierno con figuras independientes que sí pudieran tener el visto bueno de socialistas y Comuns, dejando en la estacada a Junts per Catalunya?

Ante la nada, algo. Frente al ombligo de Borràs y Sànchez, un gobierno, un Ejecutivo que asuma la realidad de un territorio que avanza a pasos agigantados hacia la decadencia. Quedan pocas semanas para que alguien reaccione. En caso contrario, JxCat tendrá su espacio político algo más ordenado, con un jefe claro, en la figura de Jordi Sànchez que, al margen de los posibles indultos, saldrá próximamente de la cárcel porque ya ha cumplido más de un tercio de la pena, aunque quede inhabilitado para ejercer un cargo público. Pero Cataluña se encaminará hacia unas nuevas elecciones, mucho más inciertas que las del 14F, y con la sombra alargada de Vox, un partido dispuesto a aprovecharse de toda la desazón acumulada por parte de la ciudadanía.