Ningún gobierno estaba preparado para afrontar una pandemia como el coronavirus. Ni siquiera gurús filosóficos como el coreano Chul Han, muy aclamado estos días en ámbitos intelectualoides, lo vieron venir. “A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en la época viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica. El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no seria ni bacterial ni viral, sino neuronal”, escribía en La sociedad del cansancio (2010).

Solo el cine de catástrofes auguraba una situación similar a la que estamos viviendo. Incluso el científico de cabecera de la Generalitat, Oriol Mitjà, negaba una incidencia de estas características. Ya es oficial, el epidemiólogo ha sido ungido como el hacedor del desconfinamiento –sobre el extraño uso de ese término ya dimos cuenta en Crónica Global--, a pesar de que el Govern no tiene competencias para ello, como ya se demostró cuando el Gobierno decretó el estado de alarma.

Por advertirlo, Josep Maria Mainat nos llama “hijos de puta” a quienes escribimos en este medio. ¡Ay, esas boquitas independentistas! TV3 debería organizar un coloquio entre el productor que se forró gracias a TVE y la periodista Pilar Carracelas --la que desea al Gobierno “que le follen”--, pues harían las delicias de quienes practican la ordinariez y el insulto. Curioso que determinada élite catalana, incluida Pilar Rahola y su “a la mierda” sean tan barriobajeros.

Sobre competencias e incompetencias versa lo ocurrido en Cataluña por culpa de un gobierno más preocupado por sus señas de identidad que por afrontar la crisis de verdad. La Generalitat ha decidido que, después de más de 1.000 muertos en los geriátricos –para ser justos hay que decir que en la Comunidad de Madrid gobernada por el PP son muchos más, 4.200--, la gestión de las residencias que antes correspondía a la Consejería de Asuntos Sociales pase a la Consejería de Salud. Ambas dependen de ERC, de ahí que la única autocrítica que haya realizado el presidente Quim Torra hasta el momento vaya referida a ese negociado. Es la guerra entre socios de gobierno, que no cesa. Como tampoco la falta de transparencia, la ocultación de datos, la difusión de fakes y la descoordinación.

Que Torra e Isabel Díaz Ayuso compartan estrategia de erosión contra el Ejecutivo español es algo ya sabido y diría que amortizado --veremos si las urnas castigan a ERC o a quien es el máximo responsable del Govern catalán--, pero lo que no deja de sorprender es la alta capacidad que tiene el presidente independentista para meter la pata con sus propuestas de aislamiento total, pues ni ha funcionado en Igualada, ni se puede comparar con Alemania --como acaba de hacer, aunque tenga un sistema mucho mas laxo--, ni acaba de ponerse de acuerdo con su nuevo gurú científico. Arriesgó Mitjà al fijar el día 13 como fecha de desconfinamiento. Ayer el Gobierno la situó en el día 26, aunque no quedó muy claro. Pero Torra sigue hablando de cierres extremos.

Lo que es extremo en el drama ocurrido en las residencias de ancianos. El tiempo dirá si ese traspaso de competencias entre consejerías da resultado. Es algo que el sector asistencial venía pidiendo desde hace tiempo. Medicalizar los centros y dotarlos de profesionales sanitarios.

Un sector en pie de guerra que también había sugerido que el Ministerio de Sanidad asumiera el control de las residencias catalanas. Torra ha parado el golpe, pero ¿hasta cuándo?