El título resume la forma en que TV3 presentó ayer en su Telenotícies del mediodía el resultado de la votación del Parlamento Europeo sobre el levantamiento de la inmunidad a Carles Puigdemont y otros dos eurodiputados catalanes prófugos.

Mientras las voces de los locutores de la televisión pública contaban el asunto, en la pantalla aparecía un rótulo con esta leyenda: “El 42% de los eurodiputados votan contra la petición del Gobierno español”. Es difícil retorcer más una noticia, dado que lo nuevo y lo que tiene consecuencias, como todo el mundo sabe, es que el Parlamento Europeo ha retirado su protección a los tres políticos.

Además, la petición no era del Gobierno, sino del Tribunal Supremo, una diferencia que en TV3 no deben apreciar, puesto que el código ético del ente, el mismo que le induce a seguir hablando de presos políticos y de exiliados, debe afirmar que no fue un tribunal el que condenó a algunos de los responsables de la revuelta institucional de 2017, sino la Moncloa.

Además, los noes del Europarlamento suponen el 36% los votos emitidos, no el 42%. Pero el titular que Puigdemont había enviado desde Bruselas hablaba del 42% porque él incluye las 45 abstenciones como votos a su favor. Buena parte de ese 36%, por otro lado, procede de la extrema derecha. Identidad y democracia (Le Pen), La Liga (Salvini) y Alternativa por Alemania, formaciones que han sido objeto de suplicatorios parecidos y que tienen sus propias razones para negarse a levantar la inviolabilidad que da Estrasburgo, sea quien sea el político cuestionado.

El expresident es un maestro en el tuit/titular, sabe suministrar la idea fuerza que sus feligreses necesitan para dar la vuelta a la realidad. El 14F lo hizo proclamando el falso relato de aquella noche: no quería reconocer que JxCat había perdido frente a ERC y que el ganador era el PSC. Pregonó la ficción --envolvente para Esquerra-- de que el independentismo había conseguido el 52% y se quedó tan pancho. La verdad es que el nacionalismo logró el 48% de los votos válidos, frente al 47% de las fuerzas no independentistas. El otro 5% no logró representación parlamentaria.

Pero todo esto no tiene demasiada importancia: ya estamos acostumbrados, tanto a las manipulaciones de TV3 como a las del soberanismo. Desde hace años vienen consiguiendo que muchos catalanes comulguen con sus ruedas de molino.

Preocupa más, por novedoso, el caso de Podemos, incluido en ese 36% del Parlamento Europeo en el que conviven todo tipo de motivaciones, entre las que no es descartable que figure alguna desconfianza sincera en la justicia española. El voto de sus eurodiputados es coherente con las críticas de Pablo Iglesias a la democracia de nuestro país, pero en paralelo les alinea con lo más granado del extremismo fascistoide de Europa.

Sus afirmaciones sobre el sistema político español son conclusiones falsas a las que llega desde premisas exageradas; incluso impostadas. Pero con actuaciones como la que sus hombres acaban de perpetrar en Bruselas es posible que haya quien piense que, efectivamente, algo raro pasa en España. Que un partido instalado en el Gobierno se oponga a que el Tribunal Supremo persiga a los presuntos culpables de un motín organizado desde la Generalitat no es normal, nada normal.