El miedo genera monstruos. Y el de las clases medias, castigadas por la crisis económica, populismos. El independentismo lo es, como ayer se demostró en el Parlament, a donde trasladó su activismo. No es la primera vez, ni tan siquiera supone la usurpación más grave. Recuérdese aquellas fatídicas sesiones del 6 y 7 de septiembre, cuando el rodillo independentista forzó la aprobación de dos leyes rupturistas, previo desprecio de los letrados del Parlament, de la oposición y del Consejo de Garantías Estatutarias. Pero ayer, el ninguneo de las instituciones catalanas alcanzó cotas de agitprop con pocos precedentes en democracia.

Junts per Catalunya, ERC y CUP, defensores de la separación de poderes, abandonaron cinco comisiones en protesta por las detenciones de dos alcaldes antisistema y de una quincena de miembros de los Comités de Defensa de la República (CDR) por invadir las vías del AVE en el aniversario del referéndum del 1-O. Una sexta comisión también se tuvo que suspender por la incomparecencia del vicepresidente del Govern Pere Aragonès (ERC) y el consejero de Territorio y Sostenibilidad, Damià Calvet (PDeCAT), debido a "la situación de alteración de la normal vida política".

¿Cabe mayor populismo que esa dejación de funciones? Que gobiernen otros, parecen decir los cargos y diputados independentistas con su bloqueo de esas instituciones catalanas tan queridas, aseguran, como maltratadas. El procés era eso, el escaqueo constante de una serie de personas votadas y pagadas por todos los catalanes (los que creen en la ruptura y los que no, eso hay que recordarlo siempre). "Es el mandato del pueblo", dicen. ¿De qué pueblo?, cabe preguntarse. "Es la sociedad civil la que debe tener la iniciativa", añaden. Por mucha presencia que haya tenido la ANC y Òmnium en los conciliábulos de Palau, nadie les ha votado y, por tanto, encargado que dirijan la acción de gobierno.

El absentismo de los diputados y altos cargos de las comisiones parlamentarias es el enésimo alarde de astucia de un independentismo que mantiene bloqueado el Govern y el Parlament. Imposible avanzar en la reversión de los recortes en políticas sociales. De eso se tenía que hablar ayer en las comisiones. Pero, como dijo la diputada de la CUP Maria Sirvent con absoluto descaro: "Eso ahora no es prioritario". La garante de las esencias libertarias, de la justicia social y del anticapitalismo opina que lo de las desigualdades sociales es un tema menor. ¿A quién me recuerda? Ah si, a Eduard Pujol, portavoz de Junts per Catalunya, quien aseguró que "las listas de espera en Cataluña distraen de la independencia".

De la relación entre las desigualdades y el auge de los extremismos políticos da cuenta este informe, muy recomendable, de la Fundación Rafael Campalans, vinculada al PSC, titulado El combate contra desigualdad, que puede leerse en este enlace. Un fantasma recorre Europa, viene a decir, y se llama populismo. En Cataluña tiene forma de secesionismo y ha nutrido a otro monstruo que se llama Vox.