El “volem votar” (“queremos votar”), en referencia a la celebración de un referéndum de independencia pactado con el Estado, ha sido uno de los lemas del separatismo en los últimos años. Provoca cierto asombro que proceda de la comunidad autónoma que más elecciones ha celebrado en democracia y, en especial, desde 2012, cuando se encendió de forma oficial la mecha del procés.
Sin embargo, esos mismos que querían votar, ahora parece que se han cansado de tanto acudir a las urnas. El batacazo del separatismo es histórico, sobre todo por la parte de ERC –las municipales y las generales invitaban a pensar en el descalabro, pero no tan grande–, con la pérdida de 178.000 votos, 13 diputados del tirón y el paso al lado de su candidato y actual president, Pere Aragonès. La CUP es la otra damnificada, con 62.000 papeletas y cinco escaños menos. En cambio, suben los más radicales (Puigdemont y Orriols), bien que su crecimiento es insuficiente para frenar semejante sangría.
Ahora bien, el recuento del 12M deja otro dato que merece la pena comentar. La abstención se mantiene en cifras bastante elevadas (43%, frente al 44% de las municipales de hace un año), pero el voto en blanco repunta. Solo en los años del procés hubo más catalanes que introdujeron el sobre vacío en la urna en unos comicios autonómicos. Curioso.
El pasado domingo se depositaron 35.783 votos en blanco, el 1,13% del total, lo que supone un aumento notable en comparación con las elecciones del 2021, las de la pandemia (24.087 y 0,83%). Pero, por si fuera poco, estos son los cuartos comicios con más sobres vacíos, solo por detrás de los del 2010, 2006 y 2012. En aquellas ocasiones, pudiera parecer que era una manera de la población de decir que ya estaba bien como estaba; lo de ahora denota hartazgo por todos y cada uno de los políticos. Y, en el fondo, tenemos nuevas caras, pero los problemas reales tardarán en solucionarse… si lo hacen.
Por el contrario, sorprende la reducción del voto nulo. El 12M, de los más de 3,1 millones de electores que acudieron a los colegios electorales, solo 26.414 (0,83%) optaron por esa modalidad, lo que supone un destacado descenso con respecto a las elecciones del 2021 (41.430 y 1,43%). Personalmente, me parece esta una manera más evidente de mostrar el rechazo a los políticos que el voto en blanco, pero las dos indican lo mismo. Y es que, pese a todo, estos más de 26.000 rebeldes suponen la tercera cifra más alta de voto nulo en unos comicios catalanes, solo por detrás de las registradas en 2021 y en 2012. Por algo será. Veremos si Illa es capaz de devolver la confianza y la esperanza en la política…