El pasado fin de semana, se frustró en Tarragona un robo de cable de cobre del alumbrado público. Este martes, se produjo un tiroteo contra agentes de los Mossos en Argentona en el marco de un operativo antidroga, al entrar en una plantación de marihuana. No son casos aislados. Y es que ambos son dos de los grandes negocios del momento.

En lo que llevamos de año, se han producido alrededor de 100 incautaciones de droga de distinta consideración, se han desmantelado algunas plantaciones de marihuana (con más de 21.000 matas en total) y la policía ha requisado numerosos paquetes de distintas sustancias preparados para la venta. Casi todos los casos tienen la maría (y derivados, como el hachís) como nexo, quitando algunos kilos de cocaína (destacan los 419 kilos escondidos en un contenedor de café en el puerto) y algunas dosis de éxtasis.

Cataluña se ha convertido en el inicio del huerto de marihuana de Europa. Las mafias han visto aquí un resquicio pese a la incansable labor de Mossos d’Esquadra y otras policías, y cada vez están más profesionalizadas… y armadas. Pero no solo crece la actividad ilícita de cultivo para la compraventa, sino que el 37% de la energía defraudada en la comunidad corresponde a plantaciones. Ya se sabe que cuesta mucho emprender en este país, y que los inicios son especialmente complicados. No la tomemos con estos chicos.

Lo mismo pasa con los ladrones de cobre. Al menos cuatro incidencias ferroviarias en lo que llevamos de año tienen que ver con sustracciones de estos cordones. En alguna ocasión, los delincuentes se han llevado hasta 500 metros. O 1.000 kilos, en otra operación criminal, pues los trenes no son los únicos que sufren la avaricia de los malhechores: también las empresas y la iluminación pública, entre otros. No es que no es fácil levantar un negocio de la nada, y menos con tantas trabas burocráticas. Entendamos a estos bandidos.

Hasta el mismísimo Jesús Gil comenzó a levantar su imperio con la venta de camiones gripados a los que ponía serrín en el motor para que aguantasen lo justo para la transacción. O muchas élites catalanas se enriquecieron con el esclavismo, como ha quedado acreditado, por más que ahora sus descendientes vayan de dignos. Otros, por el contrario, buscan el beneficio en las mascarillas y en chanchullos varios, y los hay también que viven del cuento en embajadas y otros cargos de poco esfuerzo.

Como se ve, cada uno se gana la vida como buenamente puede. Siempre ha sido así. Así que promuevan el emprendimiento en lugar de pensar solo en dar subsidios. No nos den el pescado, mejor que nos enseñen a pescar.

Ironía al margen, en Cataluña tenemos un serio problema con la delincuencia en todas sus formas. O los políticos se lo toman en serio o esto puede acabar realmente peor de lo que ya está.