Mientras nos perdemos en asuntos como la amnistía y nos enfrentamos a una sequía periódica y mal gestionada, el mundo sigue girando y siguen sucediendo cosas tan irreparables como la muerte. Y los accidentes de tráfico son una de las principales causas externas de fallecimiento, por detrás de los suicidios, las caídas accidentales, y el ahogamiento, la sumersión y la sofocación accidentales.

Termina el primer mes del 2024 y lo hace con 12 víctimas mortales en las carreteras catalanas. A este ritmo, acabaremos el año sobre los 150 fallecimientos en el asfalto, cifra parecida a la del 2023 (152), periodo en el que los decesos se redujeron un 5%. La pregunta es si se pueden bajar más o hemos llegado a los mínimos posibles con las herramientas actuales. Sea como sea, resulta evidente que es una quimera llegar a cero.

Cataluña registra ya ocho millones de habitantes, y los desplazamientos en coche y moto se cuentan también por millones. Entre tanto movimiento, es muy difícil que no haya un despiste, fatiga, somnolencia, una indisposición, una temeridad, un fallo mecánico o que, por desgracia, aparezca un kamikaze bebido o drogado al volante.

Las causas de los accidentes son variadas, e incluyen fallos humanos e irresponsabilidades, y también mecánicos, pues hay muchos coches antiguos por las carreteras y, con los precios actuales, es muy complicado renovarlos. Por lo tanto, cabe preguntarse si, en el escenario actual, hemos tocado suelo con los fallecidos o se puede hacer algo más para reducir la lista necrológica. Y es que ni siquiera los vehículos autónomos son todavía una garantía de seguridad.

Sin embargo, la parte positiva es que hay margen de mejora, bien que lento. Las nuevas tecnologías y medidas de seguridad pueden ayudar a reducir los siniestros mortales, pero llevará tiempo introducirlas en toda la flota. Asimismo, seguramente con una red pública de transporte adecuada, muchas personas evitarían el vehículo privado. Y otra cuestión tiene que ver con la responsabilidad individual, que pasa, entre otros, por evitar el alcohol y el móvil, dos peligrosos elementos en la carretera (y fuera de ella, como muestra la nueva restricción de los teléfonos en los colegios). Puede que mayores multas y penas más contundentes ayuden a corregir ciertas desviaciones.

Para la estadística quedará que, entre estos 12 fallecidos en enero (a los que hay que sumar otros dos en vías urbanas), hay ocho varones y dos mujeres con edades comprendidas entre los 20 y los 82 años. Cuatro de los siniestros han implicado la muerte de un motorista. Y en la mitad de los casos la causa ha sido un choque. Han dejado además nueve heridos, dos de ellos graves y uno, crítico. Precaución.