Si alguien cree que la Unión Europea hará algo para frenar la amnistía de Sánchez, mejor que espere sentado.

Me da un poco de pena la gente que todavía deposita alguna esperanza en las instituciones europeas. Aún no se han enterado de que no moverán un dedo para arreglarnos el desaguisado.

El propio comisario de Justicia, Didier Reynders, ha dejado claro que el marrón de la amnistía es un “asunto interno de España”, y eso que el tipo comparte familia política con Ciudadanos.

Deberíamos recordar que esta Europa es la misma que no ha movido un dedo para detener y extraditar a fugados como Puigdemont, Comín y compañía. La misma Europa que ha permitido a Puigdemont ejercer como eurodiputado toda una legislatura (a la que apenas le quedan seis meses para terminar) ignorando a los tribunales españoles.

Ni la justicia belga, ni la alemana, ni la italiana, ni la británica, ni la francesa han colaborado en perseguir al prófugo y a sus compinches. Y todo ello con el aval de las instituciones comunitarias.

Cada vez me encuentro con más personas que me dicen que no creen en Europa, que no les interesa Europa y que consideran que esta Europa sirve para bien poco. Y lo cierto es que no tengo argumentos para rebatirlos.

La inutilidad del proyecto europeo quedó demostrada cuando un delincuente perseguido por la justicia española pudo pasear libremente por su territorio sin mayores complicaciones.

Ahora bien, también es irrefutable que el mensaje que la amnistía envía a la Unión Europea es que esta (y sus Estados miembros) hicieron bien en mofarse de la justicia española, pues el propio Gobierno también lo ha acabado haciendo para seguir en el poder. Sin duda, una dinámica perversa.

Sea como fuere, la Unión Europea no ha hecho nada para combatir (ni siquiera rechazar) el procés. Por ello, en esta Europa es imposible confiar. Con esta Europa es difícil sentirse Europeo. Esta Europa es una realidad cada vez más ajena, más lejana, más extraña, más inerte, más prescindible.