El mal llamado constitucionalismo catalán (es decir, los no independentistas) se ha organizado de nuevo este domingo para salir a la calle contra la posible concesión de una amnistía a todos los encausados del procés a cambio de facilitar la investidura de Pedro Sánchez. Los socialistas han fallado a la hora de amarrar un relato alternativo y, más allá de la oposición de viejas glorias y líderes territoriales, ya se ha advertido de que esta fórmula resulta estéril sin conllevar un mínimo arrepentimiento por parte de los responsables de lo ocurrido en Cataluña en 2017 y de las consecuencias de ello.

Pero ni siquiera el actual presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha sido capaz de reconocer que existen catalanes contrarios a la independencia. Tanto él como su Govern se han dedicado a cargar contra la manifestación de este domingo. La han tildado de protesta “contra Cataluña”, la demostración más clara de que la amnistía no servirá para poner el punto y final al procés. Todo lo contrario, lo reabre y enroca la herida política y social que existe en el territorio.

Los pródromos de la investidura sí que han servido (también de nuevo) de cortina de humo al Govern para esconder los puntos más débiles de su gestión. Esta semana conocíamos a través de una de las patronales de geriátricos catalanes de la existencia de un protocolo creado por los republicanos que lleva al personal de los centros al límite. El sector lo tilda de poco ético y las familias que son conscientes de que existe señalan que es, simplemente, mezquino. Se trata del ahorro en los pañales de las personas dependientes.

En Cataluña, la misma Cataluña que se jacta de contar con un sistema de atención a la dependencia y al final de la vida pionero en España como son los centros sociosanitarios, los pacientes deben usar como máximo cinco pañales al día. Si se supera esta cifra empiezan los problemas. El Govern pide a los trabajadores de los centros que sean “eficientes” (¿que aguanten más los pañales sucios porque, total, los dependientes no se quejan?). Las recetas son claras: cinco diarios. Si se requieren más, se puede optar por quejarse (o llorar) al médico de atención primaria para que aumente esta cantidad, manualidad que se deberá repetir cada dos o tres meses porque el cambio no es perpetuo, o las familias pueden asumir el gasto y llevar los pañales a los centros.

En la sesión parlamentaria de esta semana, el PP elevó la queja al Govern y preguntó el motivo de este ahorro de costes sanitarios que, a todas luces, es lo contrario a un final de vida con dignidad. La respuesta del consejero Carles Campuzano estuvo a la altura de la medida: sin mencionarla de forma directa, aseguró que todos los recortes en materias sociales que aplica el Govern son culpa del “déficit fiscal”.

Vuelve la excusa infinita. Todo es culpa de Madrid, en Cataluña se merendará dos veces cuando se alcance la independencia y todos los que osen estar en contra de ella, al banquillo de los “fachas”, “malos patriotas” y “botiflers”. ¿Les suena?