Quien me ha leído las últimas semanas, sabe que estoy en contra de una amnistía que no sea una reconciliación, es decir, el resultado de un proceso por el que los independentistas, los presuntos amnistiados y sus organizaciones políticas y sociales se comprometan a no volver a violentar la convivencia por medios unilaterales. De otro modo, esa amnistía de la que tanto se habla y nada se sabe no será más que la plasmación de un chantaje político: mis votos para la investidura si tú suspendes la aplicación del Código Penal, pero yo (léase Junqueras, Puigdemont, etcétera) no me arrepiento de lo que he hecho ni me comprometo a no volverlo a hacer más adelante. Argumentar que los independentistas no están en condiciones de repetir ahora mismo otro procés, y que por eso es preferible evitar nuevas elecciones, no vayan a ganar las derechas, es un engañabobos, es refugiarse en un presente fugaz. Como me recordaba ayer un buen amigo, los nacionalismos son como las setas, aparecen cuando las condiciones ambientales son propicias, al igual que les ocurre a todos los populismos.

En cualquier caso, que el PSOE quede atado con quien no asume el principio de legalidad es temerario, y no supone facilitarle una pista de aterrizaje para que haga política dentro del marco constitucional, como quieren creer muchos socialistas de buena fe, sino regalar a los separatistas una pista de despegue para cuando puedan levantar el vuelo. De entrada, llevan semanas intensificando el argumentario del déficit fiscal, ahora son ya 22.000 millones que supuestamente pagamos de más a Madrid, y que a la que el clima ambiental sea propicio, ese déficit se convertirá en “expolio” y en el “España nos roba”, como ya sucedió durante el procés. Nada que no sepamos.

Por otro lado, no podemos ignorar que ni ERC ni Junts nunca han tenido, jamás, ningún gesto de reconocimiento hacia los otros catalanes, que somos más de la mitad. En cambio, nosotros nos pasamos el día calibrando las palabras no fueran a molestarse (¿de verdad que la secesión, que supone convertir en extranjeros a tus conciudadanos, es una idea legítima?), y por supuesto nos queda prohibido llamarles delincuentes o golpistas. Salvador Illa ha insistido sin éxito a Pere Aragonès para que cumpliese el acuerdo de reunir la Taula de partits del Parlament como otro espacio de diálogo sobre el llamado “conflicto político”. Nunca los independentistas han aceptado que ese conflicto es, de entrada y, sobre todo, un conflicto entre catalanes. Hablan siempre en nombre de todos nosotros, de Cataluña entera, incluso hasta cuando pierden ostensiblemente las elecciones, como ocurrió el pasado 23 de julio, donde hasta el PP quedó por delante de ERC y de Junts, y Vox sacó más votos que la CUP, que quedó fuera del Congreso. Por eso, a la primera de cambio, han calificado la manifestación del próximo domingo que convoca Societat Civil Catalana, junto a otras entidades civiles constitucionalistas, de “catalanófoba”, refiriéndose a los partidos y los dirigentes políticos que han anunciado que irán, de lo que se deriva que los catalanes que asistiremos somos malos catalanes. Muy malos. Nada que no hayan dicho otras veces, pero igualmente muy grave y preocupante. Hagan memoria de la cantidad de insultos (desde antidemócratas hasta falangistas) que nos dedicaron a los participantes en los actos de SCC durante los años del procés.

Por eso, y aunque me incomoda la presencia de Vox, y temo la apropiación partidista del acto por parte del PP, asistiré este domingo a la manifestación de SCC. “Ni amnistia ni autodeterminació”, gritaré en catalán. De SCC fui vicepresidente los primeros años y no he estado de acuerdo con algunos pronunciamientos suyos más recientes, por ejemplo, con el tema de los indultos, que yo defendí como positivos y legítimos. Pero el lema de este domingo es muy claro, inobjetable. En las manifestaciones no existe el derecho de admisión, va quien quiere, y te encuentras con gente con quien discrepas en otros muchos temas. Qué le vamos a hacer. Es lo bueno de la democracia y de no tener ataduras partidistas. Es cierto que nada sabemos de esa amnistía, pero tampoco nada de lo que se apunta hasta ahora suena muy bien. Tengan por seguro que los separatistas no van a dejar pasar esa oportunidad de oro, y menos aún Carles Puigdemont, a quien, como escribía Xavier Salvador, le ha tocado la lotería. El prófugo regresará como si fuera un exiliado de verdad. Todo lo que sea bueno para él, será malo para Illa, cuyas opciones de ganar la presidencia de la Generalitat en 2024 quedarán debilitadas. Es cierto que los socialistas no están dispuestos a negociar un referéndum de autodeterminación, pero a estas alturas uno ya no se fía mucho de Pedro Sánchez. Me temo, escuchando unas recientes declaraciones de Óscar Puente, un acuerdo tragicómico con los independentistas que incluya un punto lleno de equívocos y eufemismos sobre algún tipo de consulta futura que parta del principio de que hay un conflicto entre Cataluña y el Estado, que nos deje a los otros catalanes olvidados y humillados. Hasta el domingo pues.