El 28M es una oportunidad única para que Barcelona diga adiós a las viejas políticas contemporáneas. Dicho de otra manera, las elecciones municipales que se celebrarán dentro de un mes deben rematar no solo ese procés que ha hecho languidecer a Cataluña durante 10 años, sino dar carpetazo a una forma de gestionar Barcelona basada en la confrontación. Efectivamente, independentistas y comunes comparten una visión política consistente en centrifugar responsabilidades y dar prioridad a las ideologías. Los primeros lo han hecho culpando de todo al Estado español. Los segundos, al capitalismo que, a su juicio, quiere devorar la capital catalana.
De superar esa vieja política --porque nada tiene de nuevo o moderno distinguir entre buenos y malos--, y de volver al pragmatismo versan las jornadas Desperta BCN! que ayer comenzaron en DFactory, organizadas por Crónica Global, Metrópoli y El Español. El lugar elegido para repensar Barcelona y analizar los retos que afronta la ciudad, no es anecdótico. Es la sede de un espléndido hub creado por el Consorcio de la Zona Franca para impulsar la promoción y el desarrollo de la industria 4.0.
Porque la ciudad, así se dijo en las sesiones, sigue en el mapa y eso la ha salvado, pero ha perdido oportunidades para acoger, por ejemplo, multinacionales tecnológicas que prefirieron tener su sede en Madrid. Retener talento pasa —es otra de las claves analizadas en Desperta BCN!— por reducir la burocracia y las incertidumbres, y fomentar la colaboración público-privada.
Barcelona es una ciudad magnífica, su marca es conocida en todo el mundo y ofrece muchas ventajas para que, económicamente, despegue definitivamente. Un buen clima, cercanía con el aeropuerto, oferta cultural, gastronomía… Pero los años convulsos por los que ha atravesado esta capital mediterránea, azotada por el separatismo y el populismo, han supuesto un gran lastre. Barcelona ya no puede vivir más de la inercia. La falta de diálogo con los agentes sociales y económicos de la ciudad, en el caso de la alcaldesa Ada Colau, y la deslealtad institucional en el caso de los secesionistas, no son precisamente una buena tarjeta de presentación para posibles inversores.
En eso coincidieron ayer tanto el primer secretario del PSC, Salvador Illa, que inauguró las sesiones, como los expertos que desfilaron por Desperta BCN! Hay que pensar en positivo porque Barcelona “no está tan mal”, proclamaron los asistentes. Pero es necesario hablar sin apriorismos de sus puntos débiles. Hay que escuchar a quienes saben de movilidad, de innovación, de seguridad, de vivienda, de cultura… Y no hacer populismo con ninguno de esos ámbitos. Una precampaña electoral se presta a ello. De ahí la importancia de que sea la sociedad civil la que se pronuncie, la que ponga en valor las grandezas de Barcelona, pero también sus defectos.
No es fácil buscar el equilibrio. Pero exacerbar los discursos, hacer promesas políticas a golpe de titular, solo generará problemas de convivencia. Eludir los problemas, dar la callada por respuesta, abona esos extremismos. Tenemos un exceso de ellos desde hace demasiados años. Ahora toca una nueva política menos ideologizada y más interesada en el bien común. Desperta BCN! es una excelente oportunidad, un banco de pruebas para definir la ciudad del futuro que todos queremos.