Es un extraño fantasma en la avenida Diagonal de Barcelona. El hotel Fairmont Juan Carlos I permanece cerrado a cal y canto a pie de la icónica arteria barcelonesa, y ello en un contexto en el que el turismo va lanzado y el sector espera una temporada igual que la de 2019, previa a la pandemia, sino mejor.
Quizá sea una perogrullada, pero hay que dejarlo por escrito. Barcelona necesita que reabra el Fairmont. Con la vitola de la marca hotelera canadiense u otra de igual o mejor nivel. Pero la ciudad lo necesita. Además de una urbe en la que mora un millón largo de habitantes, la capital catalana es también un destino turístico. Una obviedad que algunos poderes no siempre han tenido claro. Y ese destino necesita producto de calidad. El hotel Juan Carlos I lo es.
Como ha apuntado más de un consultor hotelero, el resort urbano de 25.000 metros cuadrados en el extremo de la Diagonal tiene potencial de devenir hotel destino, esto es, alojamiento al que se viene a pernoctar por su calidad y servicio, con la ciudad como complemento. No en vano, lo que en estos momentos está inoperativo son 395 habitaciones más 37 suites, un spa, un jardín exterior y el Palacio de Congresos de Cataluña.
Son credenciales que están fuera de juego en un momento en el que la industria vacacional se recupera, sí, pero también el turismo de negocios, que aporta mucho más a la urbe, según el consenso general. Las últimas buenas nuevas en el sector MICE solo vienen a confirmar que este nicho ha vuelto, pese a las predicciones de muchos en pandemia, cuando se generalizaron las reuniones en línea.
En este tablero, el Fairmont Juan Carlos I tiene mucho que decir. En otro contexto, su reapertura sería una operación de ciudad, si es que este tipo de inversiones existen. Y no solo por el tangible que aporta. También por la reputación. Barcelona perdió un hotel Four Seasons en el centro que, a la postre, se han convertido en antipáticos pisos de lujo con mucha menor contribución de riqueza y empleo.
Sin solución de continuidad, la hotelera canadiense abrió en Madrid y en Mallorca. Ahora, podría ser la filial de Accor la que pusiera pies en polvorosa si los astros no se alinean. Supondría otro golpe a la imagen de la segunda mayor ciudad española.
Negro sobre blanco, muchos han cometido errores en el proyecto del Juan Carlos I desde que abriera para los Juegos Olímpicos de 1992. Algunos capítulos de la gestión han sido muy negativos, cuando no directamente esperpénticos.
Pero la tesitura actual puede suponer también una oportunidad, si los interesados confirman sus planes, los propietarios ceden y las administraciones lubrican la operación. Los incentivos para la ciudad son mucho mayores si reabre el Fairmont Juan Carlos I que si va a concurso y el inmueble queda como un esqueleto en una zona con colosales oportunidades. Se impone espantar el fantasma de la Diagonal.