Mientras medio mundo habla del hijo de [Vladímir Spiridonovich] Putin (así se llamaba el padre del presidente ruso) y el otro medio, del tortazo de Will Smith, un dato está pasando por alto. Y no, no es el aburrido rifirrafe entre Cataluña y Aragón por los Juegos Olímpicos de Invierno del 2030, sino el preocupante aumento de feos en Barcelona. Según una encuesta de la Agencia de Salud Pública (ASPB) de Barcelona, el 60% de los adolescentes de la ciudad está insatisfecho con su imagen corporal. ¿Qué hacemos con ellos?

El informe de la ASPB es demoledor: la insatisfacción corporal la sufren un 55% de los adolescentes varones (19 puntos más que en 2016) y un 63% de las chicas (un 11% superior). Sobre los otros géneros no hay datos. Por si fuera poco, el aspecto físico es la principal causa de discriminación en ambos sexos, ya que el 53% de las muchachas y el 39% de los chicos la han sufrido en el último año. Asimismo, se ha incrementado también la discriminación de género. Y la única manera de revertir esta preocupante tendencia es la educación, a veces reforzada con el trabajo de profesionales de la salud mental.

Para empezar, hay que hacer entender a los jóvenes que la fealdad y la hermosura son dos conceptos raramente objetivos. Segundo: es imposible agradar a todo el mundo. Por último, la mayoría de esas fealdades subjetivas tienen una fácil solución, que no es otra que hacer un poco de deporte y llevar una vida moderadamente más sana, sin tanta dependencia de las pantallas. Es cierto que los datos pre-Covid sobre la autoestima ya eran nefastos, pero la pandemia los ha empeorado. Tal y como publicó este medio hace unas semanas, el fin de las mascarillas empeora la salud mental de los adolescentes. Aumentan las inseguridades. El Instagram hace el resto.

El encierro domiciliario fue duro para todos. Y los jóvenes fueron los más vulnerables. También fueron los mayores consumidores de las redes sociales, en las que hay cosas muy buenas, pero también muy malas. Y otras que se convierten en nefastas si no se saben gestionar, como la aparición de cuerpos esculturales que muchos quieren imitar; los trastornos de alimentación también se han disparado durante los tiempos del Covid-19. No es casual. Todo entra dentro del mismo saco. Pero es que, en el fondo, esta situación forma parte de la sociedad en la que vivimos. Más pantallas, menos personas. Lo refleja muy bien Alberto Mielgo en la oscarizada El limpiaparabrisas, en la que se cuestiona qué es el amor. Lo representa de muchas formas, pero el único intercambio de palabras del corto de animación se produce por chat. Estamos tan pendientes de los aparatos que nos olvidamos de mirar a nuestro alrededor. De vivir. Por eso es tan importante la educación en todos los ámbitos, también en el sentimental y en el tecnológico.

Pero, para no terminar con mal sabor de boca, hay que explicar que la encuesta de la ASPB contiene un dato positivo: sigue a la baja el consumo de tabaco, alcohol y cannabis, sobre todo en ellos, aunque esto da para otra columna.