Casa Asia Barcelona abrió sus puertas allá en 2003. La institución económica y cultural con barniz diplomático cumplirá 20 años en la Ciudad Condal el próximo ejercicio con una encomiable labor de acercamiento de la cultura asiática al mundo hispano. Desde que el --entonces-- príncipe Felipe cortara la cinta de la plataforma-puente entre continentes, la Casa ha acuñado productos de gran valor, como el Asian Film Festival, un hito anual en la agenda cultural de la capital catalana.
No obstante, ese desempeño no ha sido igualado por las administraciones que forman el consorcio que rige el artefacto. Ni Ministerio de Asuntos Exteriores, ni Generalitat de Cataluña ni Ayuntamiento de Barcelona han sido capaces de arropar la institución y dotarla de la estabilidad y el presupuesto que merece.
Veinte años después de que el ahora jefe de Estado diera el pistoletazo de salida a la pata barcelonesa de la Casa Asia --Madrid se estrenó en 2001--, ninguna de las tres capas de la administración presentes en el consorcio han sabido darle continuidad. En su décimo aniversario en la segunda mayor ciudad española, el ente vivió un primer cambio de domicilio. Se marchó del Palau del Baró de Quadras en la avenida Diagonal al recinto modernista de Sant Pau i la Santa Creu.
La cesión del espacio fue atribuible al gobierno municipal, aunque sobre el traslado sobrevoló una cuestión política: la azarosa singladura del Instituto Ramon Llull (IRL), otro ente público contaminado por la política. Sea como fuere, la opción no cuajó, y cinco años después la institución volvía a hacer las maletas, esta vez con un lamentable proceso judicial por desahucio en la maleta.
Lo que es más: las dos etapas de Casa Asia en la Diagonal y Sant Pau dejaron alquileres impagados. Deudas que se han resuelto de manera más o menos accidentada. En el segundo caso, con un largo proceso judicial que ha terminado por dar la razón al acreedor: el grupo inmobiliario Alting. Ante ello, las administraciones han tenido que acudir al rescate de la maltrecha tesorería del consorcio. 很糟糕! (Hen zaogao, ¡qué desastre!)
Mientras los tribunales dilucidaban la cuestión de los alquileres de la entidad, ésta, dirigida ahora por Javier Parrondo, trataba de renacer en dependencias de la sede de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) en el recinto de Can Tiana del distrito 22@ de Barcelona. Con menos presupuesto de lo necesario y unas cuentas tocadas por las cuitas con sus caseros, la plataforma no ha mostrado todo el potencial que tiene. Al contrario, ha tenido que recortar y optimizar.
Y ello no es atribuible al equipo gestor, sino que debe ser leído como subproducto de los equilibrios internos de las instituciones con presencia en el consorcio. Con todas las cautelas necesarias, es factual que el Ayuntamiento de Barcelona ha arrimado el hombro en distintas ocasiones para revitalizar Casa Asia. El último ejemplo es la cesión de dos pabellones del recinto del Palau Reial de Pedralbes. Una sede que tendría que ser permanente y que constituye un win win, pues asegura un cuartel general para el organismo de diplomacia pública --se acabaron los problemas como inquilino-- y, a la vez, aporta músculo diplomático al coqueto jardín, pues también allí está la sede de la Unión por el Mediterráneo (UpM), una de las pocas instituciones intergubernamentales con sede en la Ciudad Condal.
Pero es que ahora, siete meses después de anunciarse el cambio de sede, no se sabe nada de ésta. Casa Asia lo atribuye al ayuntamiento, y la Administración local dice a este medio que "no tiene novedades".
Ello se suma a la inacción del Govern, muy interesado en la política de acción exterior... solo si la puede controlar. Con cerca de un 10% de participación, la Generalitat de Cataluña se ha puesto de perfil con las permanentes jaquecas de la institución. Quizá es porque le molesta que Exteriores sea mayoritario (58%) en la entidad. Sea como fuere, la pasividad autonómica se suma a la patosa política del Govern con Asia --la mujer del expresident Quim Torra participó en un escrache ante el consulado chino en Barcelona, por poner un ejemplo--, que culminó con el plantón de la última cónsul china en Barcelona.
Así las cosas, la torpeza de Palau con Casa Asia es la última mácula en el expediente de una participada cuyos problemas operativos han sido casi tan sonados como lo que ha aportado a la ciudad, y que es mucho. En otras palabras, Barcelona pierde con un puente España-Asia renqueante. Máxime si se tienen en cuenta las informaciones que apunta el profesor del IESE Pedro Nueno sobre el resbalón político catalán con Great Wall Motors. Una rótula diplomática no asegura nada, pero lubrica la maquinaria de las inversiones. Todo ayuda si se empuja en la dirección correcta.
Negro sobre blanco: la Casa no merece este trato, no ha ganado esta vergüenza. Se impone más colaboración entre administraciones, esfuerzos administrativos y económicos que la pongan en el lugar en el que debe estar.