Cada vez se hace más difícil procesar el procesismo. Valga la redundancia. Felicitémonos de nuestra capacidad de sorpresa, porque son muchas las astracanadas protagonizadas por el independentismo. La penúltima cacicada ha sido perpetrada por Laura Borràs, presidenta del Parlament, quien ha intentado cambiar las normas de la Cámara catalana para blindarse ante una posible inhabilitación. Como se sabe, la aspirante a liderar Junts per Catalunya (JxCat), es investigada por prevaricación, fraude a la administración, malversación de fondos públicos y falsedad documental. Pero Borràs arriesga, y tras afrontar este póker de corrupción, buscar el repóker encargando una reforma reglamentaria a su medida a los letrados del Parlament, que ella misma puso a dedo tras cesar a Xavier Muro --el secretario general de la Cámara que se opuso a la ofensiva rupturista de los días 6 y 7 de septiembre-- y la hábil despedida de Joan Ridao, exletrado mayor, actual director del Instituto de Estudios del Autogobierno y que puso pies en polvorosa antes de la llegada de la bizarra presidenta.
Sospechan los jueces, y corrobora la Sindicatura de Cuentas, que la secesionista troceó contratos para favorecer a un amigo. Y pese a ello, JxCat la colocó en su candidatura, primero como cabeza de lista en las elecciones del 14F, siendo relegada después por Carles Puigdemont, quien dijo acudir en su ayuda. Un gesto algo machista, según se comentó en su momento, aunque Borràs, que alardea de ser ultrafeminista, calló. Como igualmente han enmudecido los independentistas con el ofensivo ataque a una mujer, en este caso la reina Letizia, por parte de sus humoristas de cabecera, Jair Domínguez y Lluís Jutglar, alias Peyu. Tras un largo historial de mofa e insulto hacia todo aquel que no es independentista, a estos chistosos les ha dado ahora por hablar de felaciones y bromear con la pedofilia.
“Fueron elegidos con un porcentaje de votos que les permitía gobernar, pero no cambiar la Constitución. De modo que, para justificar su violación de la ley, el partido dejó de utilizar argumentos políticos corrientes y empezó, en cambio, a identificar enemigos existenciales”, escribe la historiadora y periodista Anne Applebaum en su libro El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo. No, no estamos hablando de Junts per Catalunya, ERC y su fugaz declaración unilateral de independencia (DUI), celebrada ayer por la propia Borràs con motivo de su cuarto aniversario. La cita se refiere a Ley y Justicia, el partido de extrema derecha que gobierna en Polonia y que ha colocado a este país al borde de la expulsión de la UE.
Resulta paradójico que mientras Carles Puigdemont compara a Polonia con España en material judicial, Borràs copia el autoritarismo de la ultraderecha de ese país, con una intentona de golpe reglamentario, abortado por ERC y CUP. La presidenta del Parlament, que usa y abusa de la cuota mediática que le otorga su cargo institucional, cree que Cataluña es Polonia, no el programa de humor del mismo nombre --que tras una primera etapa de éxito, languidece debido a la chabacanería separatista--, sino el país donde la ultraderecha polariza, crea teorías de la conspiración, calienta las redes sociales, azuza el sentimiento de nostalgia para redefinir la idea de nación y favorece solo a sus partidarios. Sus declaraciones sobre la fallida DUI y la detención de su compañero del war room, Josep Costa, a quien los Mossos condujeron ante la Justicia porque se negó a declarar, abundan en esa colonización de las instituciones que practica el partido de Puigdemont.