La situación es complicada. Los efectos del parón económico por la pandemia del Covid pueden ser terribles a corto y medio plazo. Tan graves que podrían dificultar el largo plazo, porque dependerá del tejido económico que pueda aguantar en los próximos meses. Sin embargo, hay elementos que ofrecen luz. El crecimiento del PIB en el tercer trimestre ha sido espectacular, con un 16,7%, muy por encima de las previsiones más optimistas. Es cierto que se está lejos de recuperar la caída al abismo del segundo trimestre, pero señala una cuestión: en la medida en que se controle la pandemia y se pueda ‘normalizar’ la actividad económica, el crecimiento puede ser mayúsculo. Cuando ocurra, se verán, de nuevo, las costuras de la economía española y catalana, y las deficiencias seguirán ahí, pero se abre un horizonte para pensar que existe un futuro y que dependerá de lo que se quiera hacer, de la voluntad de toda la sociedad española y catalana. Y el aspecto psicológico, las ganas de esforzarse y de mejorar, es determinante.
Y lo que aparece no es para nada sombrío. Se ha comprobado en las últimas semanas en Cataluña, con hechos empresariales positivos. Se trata de tres decisiones. Se podrá valorar su mayor o menor importancia, pero son ilustrativas: Lidl apuesta por Barcelona como un hub de logística para el sur de Europa, al ampliar su plataforma logística y con la apertura de un centro agroalimentario para su operativa internacional; Mediamarkt ha decidido elegir Barcelona para su centro administrativo internacional y, --la más prometedora--, Apple ha comprado la startup barcelonesa Vilynx por 42 millones de euros. Se trata de una empresa, cofundada por Elisenda Bou-Balust, especializada en inteligencia artificial. Al margen del éxito personal de la emprendedora, esa adquisición, destacada por todo lo alto por Bloomberg, puede implicar que Apple mantenga las oficinas de la startup en la capital catalana y las convierta en uno de sus centros europeos especializados en el desarrollo de la inteligencia artificial. Por ahora, el gigante tecnológico ya ha comenzado a contratar ingenieros para el centro en Barcelona, teniendo en cuenta que Apple tiene centros de inteligencia en Europa en unos pocos emplazamientos: Irlanda, Alemania, Reino Unido y Suiza. Barcelona entraría, por tanto, en un exclusivo club, que es el que está llamado a transformar la economía del siglo XXI.
Esa situación, que busca Barcelona desde hace años, con la intención de convertirse en la capital tecnológica del sur de Europa y en la primera en España, exige un replanteamiento de todos los esfuerzos políticos y económicos en España. El Círculo de Economía reclama que se oficialice una especie de co-capitalidad entre Madrid y Barcelona, y que el Estado trabaje en función de los distintos polos económicos que se pueden y se deben desarrollar en el conjunto de España. Es decir, que Madrid y Barcelona cooperen y tiren del carro del resto de zonas económicas en España, que están ahora a mucha distancia, primero de Madrid, y luego de Barcelona.
La clase política española no es nada consciente de ese salto económico que se avecina. O se está en la primera división, o el desarrollo económico será escaso y basado en un tejido vulnerable, como se está comprobando ahora con la pandemia del Covid. España, en su conjunto, tendrá de nuevo turismo, pero éste será, por fuerza, diferente, por lo menos a corto y medio plazo. Y lo que se apunta con la compra de Apple en Barcelona va en la buena dirección, pero se corre el riesgo de que sea una gota en el océano y que no sirva para un salto cualitativo y cuantitativo.
En Cataluña ese hecho debería servir para abrir los ojos. Se ha acabado el tiempo para llorar, para lamentarse de si Madrid tiene o no más ayudas del Estado, de si las grandes empresas han decidido abandonar Cataluña, porque no entienden que lo que falta es mayor poder político y que por eso se impulsó el proyecto independentista. Eso debería pasar ya al olvido.
Y es que, en paralelo a esas noticias económicas, se han conocido las detenciones por presunto tráfico de influencias de exdirigentes con tanta proyección en los últimos años como David Madí o Xavier Vendrell o emprendedores ligados a la causa independentista como Oriol Soler. Lo que se ha puesto de manifiesto, al margen de su mayor o menor implicación con el llamado Tsunami Democràtic, es que una buena parte del empresariado y de la supuesta elite ha estado pendiente del abrigo del poder político, buscando rentas gracias a ese acercamiento. Lo practicó el nacionalismo de CiU durante décadas y se quiere repetir ahora con otros ropajes ideológicos.
Abrir los ojos de forma definitiva debería suponer el abandono total de esa vía, que ha imposibilitado a Cataluña –Barcelona como sinónimo—un mayor salto económico del que ha hecho en los últimos decenios. Esa es la diferencia respecto a Madrid, donde el fenómeno también ha existido, pero con más heterogeneidad, lo que ha permitido un mayor dinamismo.
Lo explica el profesor de la London School of Economics, Andrés Rodríguez Pose, que ha levantado acta sobre todo ese proceso económico, desde la transición, que ha afectado a Madrid y Barcelona. Su trabajo, junto al también profesor Daniel Hardy, es muy preciso. Se debe acabar ya la queja permanente sobre las infraestructuras, “España y Cataluña en concreto, tienen las mejores infraestructuras del mundo”, ha señalado. Lo que debería preocupar es la falta de inversión en capital humano, y la falta de ambición. El no saber que existe un mundo externo muy competitivo, que puede causar temor, pero que también puede permitir unas oportunidades enormes. Barcelona lo tenía todo tras los Juegos Olímpicos de 1992. Y, pese a mantener el 19% del PIB de España –apenas ha variado en todos esos años—no ha acabado de aprovechar su privilegiada situación: geográfica, con buenos centros educativos, con base industrial, con tradición emprendedora.
Sólo dese esa ambición, con Madrid también pendiente de una transformación, por la “osificación” de sus dirigentes económicos y políticos, se podrá ayudar al resto del territorio español, muy necesitado de que las inversiones económicas lleguen también, con una apuesta por el talento y el capital humano.
Lo que ha ocurrido en los últimos días, con esas detenciones, también debería suponer un punto y aparte para el independentismo. ¿No ven esas buenas gentes, que sus dirigentes sólo querían mantener sus posiciones de privilegio, que querían seguir con sus concesiones por parte de la administración, con sus rentas cautivas? ¿No ven que esos Generales han enviado a sus soldados independentistas a un choque que no tenía ningún sentido, mientras ellos buscaban sus contratos y sus subvenciones?