La televisión pública catalana entrevista a un alto cargo de la Consejería de Economía y Hacienda. La periodista, que no es especialista en estos temas, le hace preguntas al dirigente político sobre tributación de carácter muy general. El entrevistado, con toda la desfachatez y naturalidad del mundo, responde con vaguedades que alimentan la ilusión de una Cataluña que en pocos días será independiente y para la que se están preparando una serie de cambios que garantizan que todo será igual, de la noche a la mañana, en ese nuevo escenario idílico que se dibuja.
Relata el alto cargo que la Agencia Tributaria catalana está preparada para recaudar todos los impuestos. Sin detalles, claro, de si se refiere al IRPF que hoy se encarga de gestionar la Agencia Española de Administración Tributaria (AEAT), del impuesto de sociedades, del IVA o de cualquiera otro que se liquida para su recaudación posterior ante el organismo que controla Cristóbal Montoro.
Como las preguntas son vagas y las respuestas una mezcla de ambigüedad y candidez, uno no acaba de saber nada cierto. Hasta hoy, lo que es indiscutible es que la Hacienda catalana puede recaudar aquellos tributos que le han sido cedidos (véase: el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados (IAJD) y el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales (ITP), en definitiva, los propios de compra y venta, más las sucesiones y alguna otra cosa menor más).
El relato del independentismo está alcanzando unas cuotas de surrealismo dignas de estudio psicológico
Sin embargo, el alto cargo de la consejería de Oriol Junqueras repite que ya han construido su base de datos sobre Cataluña en los 30 años que llevan cruzando información. No hay que dudar de que Cataluña disponga de una buena información sobre los sujetos tributarios; tampoco es discutible que el uso de determinados datos pueda llevarse a cabo sin dejar en gran indefensión a los contribuyentes afectados.
Por si el ilusorio mundo que dibujan fuera insuficiente, el dirigente lanza sin ningún tipo de rubor que la recaudación se estructurará a partir de las empresas catalanas. Vamos, que el IRPF, el Impuesto de Sociedades y el IVA lo cobrarán ellos. ¿Cuándo? ¿En un país independiente? ¿Y si eso no sucede jamás?
El relato del independentismo está alcanzando unas cuotas de surrealismo dignas de estudio psicológico. Se crean estructuras llamadas de Estado para algo de lo que no existe ninguna garantía real que pueda prosperar. Y quienes están al frente lo defienden como una realidad indiscutible, como si todo estuviera atado y bien atado (al más puro estilo de tiempos pretéritos y afortunadamente superados) y, como colofón, considerando a los ciudadanos que nos hacemos preguntas unos perfectos estúpidos indocumentados.
Hay otras expresiones de esa locura colectiva, pero la relativa a los impuestos bordea la barbaridad
La ilusión se ha apoderado como un obsceno manto de la racionalidad catalana, antaño laureada en forma de seny. Lo de los impuestos y la Agencia Tributaria de Oriol Junqueras es apenas un peldaño más en una escalada de irrealidad digna de una novela de caballerías. Hay otras expresiones de esa locura colectiva, pero la relativa a los impuestos bordea la barbaridad. Algún otro día nos atacarán con lo mismo y dirán que las empresas ingresarán las cuotas sociales en la caja única de una hipotética Seguridad Social catalana que tendrán también preparada y dispuesta para pagar unas generosas pensiones y unas escandinavas prestaciones sociales.
Puestos a prometer imposibles y a fabricar ilusiones, estaría bien que nos dijeran que la Cataluña independiente acabará comprando --gracias a sus enormes recursos-- un trozo del sistema solar, en concreto de la Luna. No crean que se conformarán con cualquier cosa, no. Querrán la Luna de Valencia, que es donde parecen residir a menudo los autores intelectuales de esta tomadura de pelo sideral.