Tras décadas de poder socialista con el clímax olímpico, el semi-entreacto de Xavier Trias y la aria desafinada de Ada Colau, Barcelona en mayo irá a las urnas con un paisaje político muy diferente, sobre todo porque, aunque hoy parece fraccional y con poco aliento, el procés intentará usar el trampolín semántico de la campaña. La novedad extrema es el candidato Manuel Valls. Con energía política y en su umbral estratégico, va ganando espacio mediático y, aún sin lista específica salvo el apoyo significativo de Cs, consigue ir recibiendo ataques desde todos los frentes --incluso del PSC--, escraches, citaciones por una entrevista radiofónica y la contundente expresividad en la noche de los premios Nadal-Pla con la que demostró que lo que ya se considera normal y habitual --que cualquiera diga que España es una sociedad fascista-- es una falsedad. Evidentemente, al secesionismo no le importa que Barcelona deje de ser la capital de la edición en lengua castellana. No le importa o más bien le exaspera por que se contrapone al mito monolingüe, tan excluyente, irreal e intolerante.

Pero lo sustancial está por llegar. La pregunta es cual vaya a ser el perfil de la lista de Valls y sus referentes. Es el candidato con más experiencia para lograr lo que llama la Barcelona segura y limpia. Si ese mensaje sedimenta, Valls tiene posibilidades porque el independentismo municipal es un guirigay incapaz de enroscar una bombilla en la Barceloneta, Ada Colau está a la baja --como todo el mundo podemita-- y la ERC que por ahora suma votos exconvergentes pronto pasará por el “electroshock”de haber encabezado su lista con Ernest Maragall. Con el video del Maragall balbuceante en la BBC, obtuso y fatigado ya antes del combate, la campaña va a despegar sin seducción.

Valls está sacudiendo la coctelera para que su fórmula electoral tenga angostura, un poco de tabasco y dosis de eficacia posible frente al problema de seguridad que inquieta a muchos ciudadanos y que puede ser un voto oculto de peso, especialmente entre el electorado convencido de que lo que está realmente en juego es el futuro de Barcelona y no el futuro de la república catalana. Aun así, en todo momento conviene tener presente al profesor Larry Bartels cuando explica que saber más de política no elimina la parcialidad partidista porque los votantes tienden a asimilar solamente hechos que confirman aquello en lo que ya creen. Añadamos el crecimiento del voto indeciso, que el elector decide prácticamente ante la urna. Eso es: voto indeciso, voto oculto que prioriza la seguridad y voto identitario que antepone la sagrada memoria de 1714 a qué Barcelona sea un gran hub europeo en un mundo global.