Pedro Sánchez consiguió un día la triangulación con ERC y Ciudadanos y desde aquella votación de la última prórroga del estado de alarma sueña con repetirla con los Presupuestos Generales del Estado, la llave de un legislatura completa para su gobierno de coalición, muy probablemente. No lo tiene fácil porque sus dos interlocutores han abrazado argumentos muy pobres para quienes aspiran a ejercer la política en primera división y en unas circunstancias económicas y sociales excepcionalmente graves.

Los republicanos se han enrocado en el “con Ciudadanos no, que son de derechas”, obviando que JxCat y PDECat, sus socios en la Generalitat, lo son tanto o más que el partido de Arrimadas. Ciudadanos por su parte se ha atrincherado en el “con ERC no, porque quieren destruir España”, confundiendo interesadamente la propaganda de ERC con una opción real, cuando el partido de Junqueras solo aspira a conseguir de los socialistas una reunión de la Mesa de Negociación, de vez en cuando, sabiendo todos de que de este diálogo España saldrá perfectamente viva.

El contenido de los presupuestos no se conoce todavía, de ahí que la alineación en favor o en contra se realiza de momento a partir de posicionamientos políticos generales o en base a la aspiración de socio preferente con derecho a veto, una tendencia a la que se suma alegremente Unidas Podemos que pretende decidir de quien debe ser prisionero su socio mayoritario de gobierno. Una aspiración muy atrevida a la que los socialistas responden con algo de sordina y manteniendo abiertas todas las opciones. La preferencia de Sánchez por la triangulación tiene su justificación, porque además de aprobar los presupuestos busca aislar de la forma más espectacular posible a un PP que ya milita en la desobediencia constitucional por negarse a cumplir con el mandato de renovación de las instituciones.

En este escenario, la ruptura del PDECat forzada por Carles Puigdemont le proporciona a Pedro Sánchez una variable, que sin ser suficiente por ella misma, puede ser decisiva en la negociación general. La entrada en el juego de los cuatro diputados del PDECat que se han resistido a la opa de JxCat puede ayudar a crear con los del PNV, por proximidad ideológica y memoria reciente de cuando eran un partido serio, un pequeño núcleo de 10 diputados, tantos como Ciudadanos y casi tantos como ERC, que aproximan al gobierno a la mayoría absoluta. Lo acercan en número de votos y podrían, además, atenuar el chirriar indiscutible de la maniobra de triangulación de Sánchez con Ciudadanos y ERC. En todo caso, pueden hacerles ver a estos dos partidos con aspiraciones de socios excluyente que, en realidad, cualquiera de los dos es prescindible.

La negociación presupuestaria va para largo y el desenlace será precedido por una amplia gama de gestos tentadores por parte del gobierno. Para ERC, siempre es interesante una reunión de la Mesa de Negociación, aunque de ella no vaya a salir ninguna convocatoria de referéndum; a Ciudadanos le podría interesar la oferta de la presidencia de la Comunidad de Madrid a partir de una moción de censura al PP presentada por el PSOE, aunque esta maniobra tendría sus costes en Andalucía. Gestos para seducir a los hipotéticos aliados y para afinar un triángulo arriesgado al que nunca le faltarán obstáculos. Sin ir más lejos, la eventual amnistía o el posible indulto a los condenados por el Procés, dos opciones a las que el PSOE intentará eludir con una reforma del Código Penal que incluya la modificación del delito de sedición para suavizar la oposición de Ciudadanos a las dos primeras opciones.

La reaparición en este horizonte de los cuatro diputados del PDECat con la voluntad ya expresada de reincorporarse a la política parlamentaria activa será un factor positivo. Naturalmente, Sánchez no tiene garantizados sus votos y deberá dedicarles también algún gesto especifico. Pero de entrada, abre un poco más el abanico del pluralismo y aportará una nueva voz catalana en el Congreso, tan alejada de ERC como del frente obstruccionista formado por JxCat y la CUP. Tal vez a Puigdemont y a sus legitimistas les vaya a salir el tiro por la culata y buscando lo peor le ofrezcan al gobierno central una ventana de oportunidad para incorporar a su geometría variable una nueva pieza con la que sumar.

Quizás a Puigdemont esto no le importe lo más mínimo pues su único objetivo político y personal  a corto y medio plazo es impedir que ERC pueda ganar unas elecciones autonómicas y arrebatarle su influencia en el gobierno de la Generalitat. Sin esta influencia, y la capacidad de maniobra que le aporta, su aureola de líder indómito se marchitaría sin piedad.