Pocos políticos españoles pueden acreditar tanta experiencia, sensatez y sentido de Estado como Ana Pastor. Ya se sabe que todo eso es un “handicap” endemoniado porque hoy vivimos en la servidumbre del “reset”, la indiscreción sin decoro, el liderato sin experiencia y la virtud pública a modo de colección de “pins”. Ana Pastor, llega, pondera y convence. Lleva décadas intensas por la labor, con un “currículum” político e institucional irrecusable. Ninguna estridencia, pocos baches, orden político clásico más que fuga barroca: es la consideración de la estabilidad como requisito para una sociedad abierta

Pastor ha demostrado su quehacer en todos los intríngulis de la administración pública y su discreción en el orden privado. Parece especialmente acertado que Pablo Casado la haya repuesto en primera línea de la Comisión para la Reconstrucción, como para esclarecer, pactar y asentar esa idea del bien común que tanta falta hace. Con su rostro de perfil picassiano con sonrisa algo traviesa expande la convicción de que hacer política es todo lo contrario de complicar las cosas. Con un PSOE enfrascado en los dilemas del prisionero, con un PP de rumbo todavía indefinible y un independentismo rupestre, la prudencia de Ana Pastor viene a cuento para dar solidez a una estrategia compartida, la coordinación entre poderes autonómicos y el engarce astuto con todo el andamiaje de la construcción europea.

En el caso de Ana Pastor, la listeza gallega tiene su buen toque de humor. Por ahí va la doctora Pastor, por los pasillos del Congreso, sin que nada se le escape. Saber escuchar es otro de sus rasgos más útiles. ¿En qué despacho de Estado no ha dejado su impronta de razonabilidad? 

Su buen hacer parlamentario, como una montaña de experiencia bien dosificada, tal vez va a inquietar a quienes preferirían un PP más bronco, antítesis del pacto y del lenguaje ponderado. Podemos y Vox --uno en el desgobierno y otro en la oposición-- postulan la alta tensión. En realidad, oponerse no solo es aspirar a ser gobierno: también es una forma de lenguaje y su modulación precisa siempre ayuda a consolidarse como alternativa. Ana Pastor dispone de dosis generosas de resiliencia y de cordura. ¿Son esos valores al alza o a la baja? Esas cosas se demuestran en el ágora, sin romper la cristalería, sin mociones de censura saturadas de impudor. Como dicen los italianos respecto a su temple vital, Ana Pastor “fará da sé”.