Desde que empezó la pandemia, hemos observado una novedad de carácter lingüístico en las ruedas de prensa de Torra y los consejeros y consejeras Budó, Buch o Vergés. Esta novedad, en la que sin duda se han fijado ya muchos lectores y lectoras de este artículo, consiste en usar de manera sistemática la expresión El Gobierno de España, en español, cada vez que los dirigentes de la Generalitat hablan públicamente.

Es una novedad porque hasta hace dos días el propio Torra y resto de consejeros y consejeras se referían al (siempre pérfido) Gobierno de España como Govern central o Govern d’Espanya/espanyol o Govern de l’Estat/estatal. Se pronunciaban cada uno de estos sintagmas en catalán sin ningún problema. Pero llega la crisis del coronavirus y esto cambia.

La actual negativa a decir en catalán Govern d’Espanya o variaciones también ha llamado la atención del periodista de El País Camilo S. Baquero, quien, en una reciente rueda de prensa del Gobierno catalán, preguntó al conseller Buch el porqué de la traducción reiterada de Govern d’ Espanya y qué clase de agenda se encontraba detrás de ello. La respuesta de Buch fue una balbuceante ristra de excusas: que él ya hace muchos años que traduce el término cuando habla, que así no hay confusión, que así siempre se sabe de qué gobierno hablamos.

Bien, antes también lo sabíamos de qué gobierno hablábamos, cuando no se traducía, antes de que el propio Gobierno catalán decidiera que durante toda la comunicación de la crisis se llamaría al Gobierno español por su nombre en español, única y exclusivamente. Jamás en catalán.  

Es una instrucción decidida desde arriba. Todos los dirigentes siguen escrupulosamente la consigna porque la comparten y, sobre todo, porque esperan recoger beneficios de ella.

El uso sistemático de El Gobierno de España en castellano en las ruedas de prensa tiene que ver con la consolidación de marcos mentales. La meta es, una vez más, dar consistencia --a través del discurso-- a dos entes supuestamente diferenciados, dos realidades distintas y excluyentes: por una parte, Cataluña, con su Govern y su lengua única y por otra, El Gobierno de España, que supuestamente es otra realidad, otro ente, otro país, en definitiva. Este es el marco mental que se quiere cimentar.

Y, en efecto, para aquellos que ya son receptivos a esta ficción y que siguen las informaciones sobre la Covid-19 en TV3 y resto de medios independentistas, el escuchar Gobierno de España en castellano, día tras día, como una gota malaya, los lleva a afianzar subjetivamente que Cataluña es una cosa y España, otra. La repetición sirve para dar más consistencia a la idea hasta que esta deviene un hecho objetivo e indiscutible (para algunos individuos).  

Además, está el tono con el que los consejeros pronuncian el sintagma El Gobierno de España, siempre con una entonación claramente marcada por el desagrado, por la hostilidad o por lo burlesco. Como dice el lingüista y colaborador de este medio Javier Pérez, estos días, en boca de los gobernantes independentistas, El Gobierno de España es, en realidad, un insulto.

Por otra parte, el uso sistemático del sintagma El Gobierno de España es también un síntoma de la encarnizada batalla que se está dando actualmente en el campo político por el relato sobre la pandemia. En todos los partidos, los expertos en comunicación de crisis están muy atareados.

Estamos viviendo una angustiante pandemia, que diariamente muestra su dimensión más horrífica, con los fallecidos, los contagiados, la escasez de material sanitario, los dramas humanos, el hundimiento económico. Y todo ello envuelto en una sensación de irrealidad y sinsentido.

En momentos como este, el relato es crucial. Todos necesitamos explicarnos qué nos ha pasado, necesitamos una narrativa que ordene algo las cosas presentes y futuras. Vemos desde el inicio y en todo el arco político español, una batalla encarnizada por el relato.

Para la Generalitat, continuar con el relato procesista es crucial. Por ello, no puede quedar al descubierto que, en esta crisis, cada una de las administraciones tiene su papel y cada una va actuando, con mayor o menor destreza. La administración estatal, la autonómica y también la local coexisten y cogestionan la pandemia, cada una según sus competencias y posibilidades. Además, las tres administraciones están ordenadas jerárquicamente, recayendo la responsabilidad y mando últimos en el Gobierno central, otro horror que debe ser escondido o tergiversado.

Es, pues, este entrelazamiento entre todas las administraciones, todas ellas entregadas a paliar los efectos de la pandemia, lo que Torra y su gobierno quieren evitar que la ciudadanía catalana perciba.  

Para los dirigentes independentistas es crucial que los suyos sigan creyendo que el Gobierno central y el autonómico son y han sido siempre dos realidades distintas, que no hay entrelazamiento. Reforzar esta narrativa es la función del sintagma El Gobierno de España, expresado siempre con entonación despectiva. Y a ello se añade, por supuesto, el contenido de lo que se dice: el Govern lo hace todo bien y El Gobierno de España, todo mal.

El tiempo dirá si, cuando se haya mitigado la emergencia sanitaria, el independentismo será capaz de mantener el amplio apoyo del que gozaba antes o si deberá enfrentarse a que un gran número de seguidores, decepcionados y asqueados, les da la espalda.