Si no puedes hacer un pacto, haz diecisiete
Los pactos de la Moncloa no tendrán su remake porque aquel formato fue preconstitucional y no puede dar respuesta a la participación del poder territorial representado por los gobiernos autónomos ni imponerse al estado de las autonomías por mucho acuerdo que hubiere entre los grandes partidos del Congreso. Además, la dificultad de atacar al mismo tiempo la renovación permanente del estado de alarma (por un cierto tiempo todavía y cada vez con mayores reparos parlamentarios); la negociación de un pacto de reconstrucción económica de amplio consenso estatal y la reanudación de la mesa catalana (condición de ERC para mantenerse a cierta distancia de JxCat) se presenta diabólica; tanto que, probablemente, no hay un consenso que pueda soportar una negociación fructífera sobre el conjunto de la ecuación. Sin embargo, parece que Pedro Sánchez ha dado con la fórmula para salir del callejón: si no podemos llegar a un pacto, hagamos diecisiete.
La oferta para cerrar un pacto de reconstrucción por cada autonomía (quizás también en los grandes ayuntamientos) solventa de entrada el obstáculo constitucional de respeto al estado de las autonomías (y al poder municipal), abriendo la puerta a la generación de consensos políticos de ámbito territorial que pueden ser diferentes en cada caso. Está claro que los socialistas aspiran a ser el denominador común en todos los pactos autonómicos y a la vez retan al PP a sumarse a la operación de estado, tanteando nuevas mayorías allá donde gobiernan con la bendición de Vox. O arriesgarse a quedarse al margen de la maniobra, asumiendo el riesgo de que Ciudadanos se apunte al pacto múltiple de la reconstrucción facilitando mayorías alternativas, con especial interés en Madrid y Andalucía.
Este cambio estratégico del PSOE le permite superar las limitaciones que le impuso Pablo Casado al desplazar el pacto de reconstrucción a una comisión parlamentaria, en la que la discusión de la ecuación completa (nuevos estados de alarma, reconstrucción sanitaria y económica y mesa sobre el conflicto catalán) se antoja muy improbable por el cruce de condiciones previas que pudieren presentar los llamados a negociar. Desde el rechazo a la presencia de los independentistas por parte de la derecha a la negativa de JxCat y ERC a hablar de nada sin antes levantar el estado de alarma, devolver las competencias de salud a la Generalitat y convocar la mesa de diálogo sobre el conflicto político en Cataluña.
De prosperar la fórmula de Sánchez, deberían desaparecer las condiciones previas globales y aparecerían las específicas de cada comunidad, probablemente más numerosas pero mucho más manejables por parte del gobierno central. Y de paso, rebaja también la presión creada por la derecha sobre el papel de Unidas Podemos en el gobierno, cuya fragilidad no necesita de mayor atención de la que ya propician los propios socios con sus filtraciones partidistas, aunque nadie piense que vaya llegar la ruptura de la coalición.
El PP estará considerando los pros y contras del cambio de ritmo introducido por el PSOE, que no está exento de peligros. El más evidente es que en algunas comunidades podría no alcanzarse ningún pacto de reconstrucción. Esta eventualidad situaría al gobierno central en la tesitura de aplicarle un plan B elaborado desde Madrid, porque no se entendería que un territorio no dispusiera de una hoja de ruta para salir del abismo social creado por la pandemia, aun a costa del enfrentamiento político que implicaría.
Y claro está, todavía hay una hipótesis peor, la formalización de pactos de reconstrucción inasumibles por parte del gobierno central, bien sea por cuestión de dinero o por las adendas políticas que acompañen al plan material. Podría suceder en Madrid, en Andalucía, en el País Vasco y en Cataluña. Aquí es donde Ciudadanos adquirirá un protagonismo muy superior al que tiene en el Congreso de los Diputados, especialmente en Madrid y Andalucía. El PNV no suele romper nunca las cartas cuando percibe algún beneficio por concretar.
Pero, ¿y en Cataluña? El presidente Torra puede acabar sin demasiado esfuerzo con cualquier plan razonable para reparar el sistema de salud y ayudar a la economía catalana a reengancharse al crecimiento. El enredo se ha convertido en su especialidad y le costará bien poco asociar la reconstrucción del país a la reclamación autodeterminista, extremo que condena al fracaso cualquier propuesta.
La esperanza de los socialistas para evitar a Torra siempre es ERC, por eso escucharán los deseos de los republicanos de descongelar la mesa de negociación, aunque solo sea para agendar un encuentro para más adelante. La mesa distancia a ERC de JxCat y ese distanciamiento solo puede perseguirse con cierta esperanza de éxito alejando al PP del correspondiente pacto autonómico para la reconstrucción. Ahora solo hay que ver si el PP se deja alejar para hacerse fuerte en sus feudos o se abraza al PSOE por toda la España autonómica. Continuará.