Pensamiento

Picos, palas y azadones... Cien millones

30 abril, 2014 08:41

Así comienza la leyenda que habla de cómo Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, justificó con sorna las cuentas de la campaña de Nápoles en 1506 ante Fernando el Católico.

Los gastos en limpieza y lavandería que, al parecer, se consideran "hostelería" y no parte integrante de los obligados requerimientos de asistencia en condiciones higiénico-sanitarias adecuadas, se intentan reducir y minimizar

Como frase hecha, se utiliza para calificar de exagerada una relación de gastos, o incluso un listado de cualquier tipo, para ridiculizar una relación poco pormenorizada o no justificada, o para negar una explicación pedida por algo a lo que no se tiene derecho.

La selectiva, crónica y reiterada disminución presupuestaria en sanidad, es una de las características que permiten definir el modelo social de las fuerzas políticas que actualmente mandan, que no gobiernan, en Cataluña. El sistema sanitario catalán, crónicamente infrafinanciado, se ha visto sometido a recortes de tal magnitud que ponen en peligro la viabilidad del sistema público e inciden grave y directamente sobre la salud de los ciudadanos.

Pero parece que el destrozo no es todavía suficiente; además de continuar con los recortes en inversión y en recursos humanos que, junto con los gastos en farmacia, representan la mayor parte del presupuesto, los comisarios político-sanitarios del Gobierno autonómico catalán, que se denominan a sí mismos "gestores", oportunamente instruidos por sus mentores, se están centrando en ajustes de menor calado que llegan a los más nimios detalles: revisión y estricto control de horarios, recorte de material sanitario y no sanitario, lencería, comida, limpieza... Estos elementos, que podrían considerarse complementarios o secundarios, forman parte de la prestación sanitaria, son exigencias higiénico-dietéticas y configuran también la calidad del sistema público de salud, tanto más cuando se suman a otros elementos centrales, como son el impacto del repago -que no sólo copago- farmacéutico, el incremento de las listas de espera, o la dificultad de acceso a nuevas tecnologías o dispensación de algunos fármacos de elevado coste.

En algunas Comunidades Autónomas los pacientes tienen que pagar si quieren obtener un duplicado de sus tarjetas sanitarias: en Madrid (diez euros) y en Cataluña (7 euros); deben hacerlo aunque puedan acreditar que les han sido ilegalmente sustraídas. Además de esos gravámenes económicos de índole administrativa, el impacto asistencial debido a la sistemática y generalizada falta de coberturas del personal, asistencial y no asistencial, ya sea por ausencias justificadas o por bajas médicas, es la norma en todos los centros sanitarios de Cataluña y gozan del tolerante beneplácito de las autoridades políticas que deberían velar y garantizar la calidad de la prestación sanitaria con independencia de las circunstancias particulares de cada hospital o centro asistencial.

Donde los gestores parecen tener mayor predilección en obligar a los ciudadanos enfermos a practicar la noble la virtud del ahorro, es en los servicios periféricos: limpieza, lavandería, etc. Se han suprimido meriendas y también el vaso de leche, zumo, flan o yoghourt... que se daba a los pacientes horas después de la cena, lo que se conoce en Cataluña como ressopó; se han cursado instrucciones para tramitar las altas antes de la comida del mediodía y, si el paciente no puede marcharse hasta más tarde, no se le suministra esa comida al no considerársele ya como ingresado; no se facilita agua mineral ni tampoco pañuelos desechables; no se dispone de compresas o son notoriamente insuficientes; hay escasez de mantas, almohadas, sábanas, batas, pijamas, toallas... y se alecciona al personal auxiliar sobre la imperativa necesidad de no cambiar la ropa de cama o no facilitar toallas diariamente salvo situaciones in extremis. El material desechable escasea y, en algunos casos, ha sido sustituido por otro de calidad notoriamente inferior o insuficiente para su uso o función.

Llama poderosamente la atención que, mientras se pone tanto empeño en esos higiénicos ajustes, no se tenga reparo alguno en abonar, con cargo al erario público, las abultadísimas minutas de prestigiosos gabinetes de abogados

Los gastos en limpieza y lavandería que, al parecer, se consideran "hostelería" y no parte integrante de los obligados requerimientos de asistencia en condiciones higiénico-sanitarias adecuadas, se intentan reducir y minimizar: se disminuye el personal y no se sustituyen las ausencias del ya escaso destinado a esas tareas; se limita el número y la frecuentación en la limpieza de material, suelos e instalaciones...

Pero la fiebre "ajustadora" que afecta a los directivos de los centros sanitarios concertados, todos ellos edecanes de ese nuevo Gran Capitán cuya misión parece ser la de imponer un nuevo orden sanitario en Cataluña, no se limita tan sólo a poner coto al derroche económico del que al parecer son responsables los profesionales y los pacientes hospitalizados; la cruzada "ahorradora" se extiende también a los malos hábitos de los pacientes que, en régimen ambulatorio, frecuentan los Servicios de Rehabilitación, Fisioterapia, Radioterapia y aquellos otros a los que deben acudir, durante días o semanas, para completar su tratamiento. Así, a los pacientes en tratamiento rehabilitador o radioterápico, se les entregan las batas, las tallas que cubren las camillas y las fundas de las almohadas que han utilizado el primer día con la instrucción de que se las lleven a sus domicilios pero, eso sí, bajo advertencia de que deberán traerlas diariamente mientras dure su tratamiento, previo lavado por su cuenta si fuere necesario. Se les explica incluso que la finalidad de tan ingeniosa medida es evitar el "derroche" que supondría tener que cambiarlas para cada paciente y cada día de tratamiento. No tengo constancia de que, si el paciente no retorna esa lencería al finalizar el tratamiento o si fallece durante el mismo, se inste embargo o se realice cualquier otra actuación tendente a conseguir su devolución o pago compensatorio y, por el momento, tampoco parece que se haya previsto o establecido ninguna sanción ante tan insolidaria actuación por parte de los usuarios.

Llama poderosamente la atención que, mientras se pone tanto empeño en esos higiénicos ajustes, no se tenga reparo alguno en abonar, con cargo al erario público, las abultadísimas minutas de prestigiosos gabinetes de abogados, todos ellos vinculados a las nobles huestes del Gran Capitán y de las patronales sanitarias catalanas responsables de su patrocinio, que en muchas ocasiones son más elevadas que la cuantía de las reclamaciones laborales y salariales de cuyos servicios traen causa. Pero lo que supera, y en mucho, la altanería en la rendición de cuentas que se atribuye a Don Gonzalo de Córdoba, es que entre esas abultadas minutas se encuentran también las que corresponden a las defensas jurídicas de notorios personajes imputados y acusados por fraude y estafa, delitos cometidos prevaliéndose de su condición de servidores públicos. Tal vez nuestros aguerridos gestores sanitarios no tienen otra opción, puesto que la valiente campaña ahorradora en limpieza que han puesto en marcha, no les permite derrochar ni un solo euro en la desratización ni en la desparasitación del sistema que tan ardorosamente defienden.

La segunda de las partidas que contiene la leyenda sobre esas famosas cuentas reza así: "Por limosnas para que frailes y monjas recen por todos nosotros, ciento cincuenta mil ducados". Dicen que la fe mueve montañas pero para mover ciertas sillas tal vez sería más útil la dinamita.