Es una paradoja más de esta época que siendo de naturaleza tan líquida deje paso a la solidez de un Pablo Casado que abre una nueva ventana de futuro para el centro-derecha. Se vio ayer, en lo que va entre el discurso de candidato y el discurso de proclamación. En el primero, el candidato se dirigió con pasión política a las desilusiones de su partido, desde el efecto tóxico de la corrupción a una moción de censura que solo fue posible gracias a una amalgama explosiva de aliados ocasionales y de inmediato inmersos en transacciones erosivas. En paralelo, se estaba dirigiendo a la historia genética del centro-derecha en toda su amplitud, con la mención explícita a Adolfo Suárez, al tiempo que con un discurso de convicciones apelaba al voto que ha dejado al PP para irse a Ciudadanos o a Vox.

En su segunda intervención habló ya como candidato a la presidencia de gobierno. De hecho, esbozó las líneas maestras de su visión política, que es de valores y no propiamente de sistema ideológico. Casado sabe que estamos en sociedades postideológicas y que por eso lo que hace falta es propugnar un back to basics, desde la reducción de la presión fiscal al posicionamiento internacional de España, de un sistema educativo exigente y riguroso a una defensa de la familia y de las clases medias, precisamente porque el mundo está pasando por una aceleración de la política y por mutaciones tecnológicas.

A partir de mañana lunes, habiendo efectuado sus gestos de integración interna, es muy posible que Casado inicie un movimiento de estrategia envolvente: es decir, reabrirse a los caladeros del voto de voto centrista, en buena parte huérfano y desconcertado ya por la oferta tan ambigua de Pedro Sánchez. Esa no es una operación Macron: es resituar el centro-derecha en la España del siglo XXI.

Casado es un político que se presenta de forma sólida y claro, lo cual ya de por sí significa un intento de regenerar el lenguaje de la vida pública. Sus otras cualidades y defectos se irán viendo pronto, porque un líder de la oposición no tiene cien días de gracias. Como rédito inicial parece más indicado para garantizar la cohesión del PP que su rival Soraya Sáenz de Santamaría aunque en cuanto a primarias no todo está escrito porque hemos visto lo que, desde Rodríguez Zapatero a Pedro Sánchez, ha podido ocurrir en el PSOE. En otro frente, le acecha el sinsentido disruptivo del independentismo en Cataluña. Ahí es postulable que no pretenda dar con soluciones absolutas: se trata de que el secesionismo vuelva ineludiblemente al cauce constitucional y haga posible una cierta conllevancia. Estas iniciativas también requieren de solidez y sentido histórico.