Un escándalo de corrupción de alcance incalculable zarandea al PSOE desde hace dos semanas. Una quincena de diputados y senadores de esta formación está en el candelero por haber asistido en Madrid a ágapes y otros festejos non sanctos a instancias de su compadre canario Juan Bernardo Fuentes, alias Tito Berni, imputado y epicentro del embrollo.

El caso reviste dos particularidades dignas de mención. Una, que las mangancias perpetradas son el chocolate del loro, con un monto de apenas unos pocos cientos de miles de euros. Y otra, que el chanchullo solo estuvo operativo durante un corto periodo de año y medio.

Sin embargo, el episodio reúne los ingredientes del más chusco y rancio esperpento celtibérico. En él están envueltos el citado Fuentes, que antes de ascender a congresista ejerció de director general de Ganadería del Gobierno insular; su sobrino y sucesor en dicho cargo, Taishet Fuentes; y Francisco Espinosa, general de la Guardia Civil, que se encuentra en prisión.

Además de los transcritos, en la médula de los enjuagues se halla un personaje singular, Marco Antonio Navarro, también canario, empresario con antecedentes por estafa. Se trata del “mediador”, el intermediario por excelencia. Se encargaba de amañar subvenciones para pequeñas granjas y queserías de las islas. Lograba que los expedientes sancionadores instruidos contra ellos por la Administración regional o estatal acabaran en agua de borrajas. Y extorsionaba a los modestos industriales con la amenaza de enviarles la inspección. En todos y cada uno de los mangoneos percibía las consabidas mordidas.

Navarro anda ahora ocupado en tirar de la manta con una facundia desbordante. Estos días ha desfilado por varios periódicos y emisoras para relatar con pelos y señales los aspectos más bochornosos de esta trama de golfos, que incluían visitas en manada a los prostíbulos y consumo de estupefacientes.

El sujeto seguía la curiosa costumbre de grabar todas sus conversaciones, al estilo del comisario José Manuel Villarejo. Su teléfono móvil, repleto de mensajes y fotografías incriminatorias, se halla en poder de la jueza de Santa Cruz de Tenerife que instruye el sumario.

Ha dado la vuelta al ruedo mediático nacional la estampa del parlamentario Fuentes semidesnudo y su compinche Navarro en las habitaciones de un hotel, acompañados de meretrices.

Las pesquisas en curso abarcan una docena de sospechosos. Se les achaca una ristra de delitos, desde cohecho, falsedad y blanqueo de capitales, hasta tráfico de influencias y pertenencia a organización criminal.

Navarro volaba con frecuencia a la capital del Reino junto con diversos hombres de negocios del archipiélago. Para impresionar a sus paisanos, los paseaba por el Congreso, donde eran recibidos por el asambleísta Fuentes en su despacho oficial. Otra parada obligada era la Comandancia de la Guardia Civil, para rendir pleitesía al general.

Las excursiones se desarrollaron en plena vigencia del estado de alarma por la pandemia. Solían terminar en restaurantes de lujo y a continuación, el grupo acudía a un burdel para pasar la noche entera de juerga, animada por la cocaína.

La pequeña historia de semejante alarde de desvergüenza nos lega unos hechos ocurridos cinco meses atrás. Se celebraba el Día Internacional contra la Explotación Sexual. Con tal motivo, en la Cámara legislativa se leyó una solemne declaración institucional contra la lacra de la prostitución.

Acabada la sesión, el binomio Tito Berni/Navarro invitó a una docena de representantes electos del PSOE a cenar en el reservado de un lujoso restaurante. La pareja de granujas y algunos comensales más culminaron la jornada en el lupanar de costumbre. A ello se le llama obrar en consecuencia.

Estos lances infames nos retrotraen a dos célebres asuntos de malversación protagonizados también por altos mandos del Partido Socialista. El de más bulto es el de los falsos ERE de la Junta de Andalucía.

Constituye con creces el mayor saqueo de fondos públicos jamás acaecido en España. El latrocinio ascendió a casi 700 millones. Por él se condenó a penas de cárcel al presidente andaluz José Antonio Griñán y a cinco consejeros de la Junta.

Entre los personajes estelares de ese gigantesco desfalco despuntó Francisco Javier Guerrero, que fue director general de Trabajo y Seguridad Social durante nueve años. Solo en cocaína y cubatas fundió 600.000 euros, que debían destinarse a socorrer a los parados andaluces.

La otra peripecia es más antigua. Concierne a Luis Roldán, director general de la Guardia Civil entre 1986 y 1993, nombrado por el presidente Felipe González. Roldán era asimismo cliente asiduo de casas de lenocinio. Y amasó una fortuna multimillonaria en comisiones ilegales. Entre otras hazañas se apoderó hasta el último céntimo del fondo de ahorro instituido para cubrir las necesidades de los huérfanos de la Benemérita.

Pasan los años, los lustros, las décadas y los jerarcas socialistas, como las cabras, siguen tirando al monte.