Si una persona tose, tiene un pelín de fiebre y dolor de garganta no debe preocuparse de entrada, pero es muy posible que tenga que acabar visitando a su doctor. A la economía española le pasa lo mismo. Está incubando una gripe de caballo y debería tomar medidas al respecto si no quiere acabar sufriendo una pulmonía.

Trabajé durante algunos años codo a codo con el siempre maltratado ministro Montoro. Seguro que cometimos muchos errores, pero nadie medianamente razonable puede decir que dejamos la economía peor de la que nos encontramos. Durante esos años era habitual que chequeáramos a diario los principales marcadores económicos, esos datos que te anticipan complicaciones económicas de futuro.

No tengo ninguna intención de marearles con cifras, pero sí creo que es bueno recordar que en los dos últimos años ha caído nuestro crecimiento del PIB, el número de horas trabajadas en España, el número de contratos indefinidos, la Formación Bruta de Capital Fijo, las viviendas construidas, las exportaciones, la producción industrial y manufacturera, el consumo de las familias, la compraventa de viviendas y también la confianza de los consumidores. Todos esos indicadores van hacia abajo y nos están diciendo que necesitamos hacer reformas en casa o se nos caerá a pedazos.

En este contexto, es especialmente preocupante la falta de un Gobierno central que tome cartas en el asunto. La incapacidad de la clase política, enzarzada en escaramuzas electoralistas y partidistas, nos puede salir muy cara. No podemos volver a llegar tarde a una hipotética depresión económica futura como ya ocurrió en 2008.

España no puede estar pendiente de los ombligos de Sánchez e Iglesias. El bienestar de muchos millones de personas exige que se centren en lo importante para atajar los desajustes antes mencionados. En un contexto internacional muy turbulento, con una guerra abierta en canal entre China y EEUU, un más que posible Brexit caótico a la brava, con una Alemania apática y con terribles tensiones de precio en el mercado del petróleo, tenemos la obligación de pedirle a los patrones del barco que cojan el timón.

Necesitamos presupuestos generales del Estado, que las administraciones sigan pagando a los proveedores, poner encima de la mesa incentivos fiscales, seguir luchando contra los números rojos del déficit y combatir el elevadísimo paro estructural. Las empresas pedimos certidumbre y que el Gobierno deje de dar volantazos regulatorios sobre sectores de tanto calado como son el financiero, el mercado inmobiliario, el automóvil o el energético. 

Espero que esta sea la primera vez en democracia que la izquierda no nos lleve directos a una crisis económica. Sé que el actual grado de incertidumbre es muy alto y el margen para hacer política monetaria y fiscal es reducido. También sé que se pueden hacer reformas estructurales y para ello es necesario liderazgo, seriedad y rigor económico.  

Decía Ortega y Gasset que “el verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores”. Espero que aprendamos de la pasada crisis económica y que el Gobierno de España tome, desde ya, medidas oportunas para evitar consecuencias económicas futuras devastadoras. No sé si nuestra sociedad podría soportar otro socavón económico…