El juicio al procés dio un vuelco en la jornada número 13, última de la cuarta semana de la vista oral. Era lógico esperar que el secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, desbordara las evasivas y olvidos de su jefe, Juan Ignacio Zoido, y que acusara a los Mossos d’Esquadra y a las autoridades de la Generalitat de pasividad y falta de colaboración, lo mismo que hicieron el delegado del Gobierno, Enric Millo, el coordinador del dispositivo de seguridad, el coronel Diego Pérez de los Cobos, y los dos máximos jefes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil en Cataluña el 1-O. De sus comparecencias quedó claro que, en su opinión, los dirigentes y la policía catalana estaban decididos no a impedir el referéndum, sino a facilitar su celebración. Pero lo que no se preveía era que un integrante de la cúpula de los Mossos se convirtiera en testigo de cargo contra el president y el Govern de la Generalitat.
Eso fue lo que hizo Manuel Castellví, comisario jefe de Información de la policía autonómica durante los hechos de octubre del 2017. Fue un testimonio que impresionó a la sala y a los espectadores del juicio por televisión o por streaming tanto por el fondo como por la forma. Nervioso, balbuceante, titubeante, sudoroso, con la voz entrecortada y temblorosa, rectificando frases sobre la marcha, Castellví hacía sufrir a quien lo veía, y eso solo era un síntoma de lo que debía sufrir él mismo cuando testificaba. En síntesis, el excomisario afirmó que en dos reuniones celebradas el 26 y el 28 de septiembre del 2017, cinco y tres días antes del referéndum, la cúpula de los Mossos advirtió al president Carles Puigdemont, al vicepresidente Oriol Junqueras y al conseller de Interior, Joaquim Forn, de que de celebrarse la consulta se podía producir “una escalada de violencia” por lo que aconsejaban desconvocarla, sugerencia a la que los dirigentes políticos no accedieron. Castellví destruyó también el mito de que en el independentismo, aunque sean minoritarios, no hay grupos partidarios de la violencia.
No había más que ver las caras de los abogados defensores para medir el impacto de la declaración, que continuará mañana con el turno de las defensas. Las advertencias no escuchadas de Castellví abonan en parte la tesis de la rebelión sostenida por la fiscalía. Hay diversas interpretaciones sobre la actitud de Castellví y quizá la mayoritaria sea que con su declaración intenta salvar al mayor Josep Lluís Trapero, fustigado por De los Cobos y los otros dos mandos policiales del Gobierno central. De hecho, el testimonio de Castellví es prácticamente una repetición del que hizo ante el juez instructor y coincide en líneas generales con el que Trapero depuso ante la juez de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela. Trapero, procesado por rebelión en la Audiencia, está citado para declarar el jueves ante el Supremo como testigo.
Pero hay otra interpretación más sencilla: que Castellví no busque nada en concreto ni su declaración forme parte de una estrategia para enfrentar a los Mossos con las autoridades políticas y librar a la prefectura policial de responsabilidades que no le corresponden, sino que simplemente haya dicho la verdad.
El torpedo de Castellví ha desatado contra él la furia en las redes, pero no solo por parte de los trolls independentistas, sino que conocidos gurús y opinadores de ese sector han descalificado al excomisario con insultos de todo tipo. Y tan significativos como los ataques han sido los silencios. Destacados analistas del juicio desde el punto de vista independentista han callado y han evitado comentar la declaración de Castellví. Diarios o panfletos digitales subvencionados por el Govern, que se distinguen por conceder grandes titulares a cualquier nimiedad favorable a sus tesis, han relegado las acusaciones del exalto cargo de los Mossos a un recuadrito casi imperceptible.
Y en medio de esta batalla mediática, ha aparecido una interpretación salvífica para el mundo indepe. Si resulta que los jefes de los Mossos discrepaban de la Generalitat y eran partidarios de suspender el referéndum, eso quiere decir que no es cierto que el Govern tuviese a sus órdenes un Ejército de 17.000 agentes. Ergo, si no lo tenía, no puede haber rebelión. Tal cual. El independentismo tiene explicaciones para todo. El que no se conforma es porque no quiere.