Durante una reciente estancia en Madrid me dediqué, básicamente, a ver a los amigos y a empalmar los almuerzos con las cenas, dos actividades muy placenteras que, por motivos que se me escapan, no son tan fáciles de emprender en mi ciudad natal (será cosa del hecho diferencial, digo yo). Ya puestos, aproveché para indagar en un tema que me llama la atención desde hace tiempo y que no alcanzo a explicarme: la pasión que levanta Isabel Díaz Ayuso entre sus fans, partidarios, seguidores y hooligans, colectivo que ya se conoce con el bonito nombre de los ayusers. Como a mí la buena señora siempre me ha parecido un zapato (y no de Manolo Blahnik, precisamente), necesitaba averiguar qué le veían en Madrid que en Barcelona se nos pasa por alto.

La explicación más verosímil me la dio una amiga para la cual Díaz Ayuso es, para sus hinchas, la versión en carne y hueso de una chulapona de zarzuela, más chula que un ocho, que las canta claras en la corrala y no se amilana ante nadie. Recordemos la célebre romanza que empieza de esta guisa: “Una morena y una rubia, hijas del pueblo de Madrid…”. Pues eso, Isabel sería la morena y, además, no necesitaría ir colgada del brazo de ningún don Hilarión, dado que ella se basta y se sobra para hacerse respetar y para esparcir las verdades del barquero.

Isabel Díaz Ayuso ha salido vencedora de su trifulca con Pablo Casado, pero parece que no tiene bastante con haberse librado de su jefe, pues ahora exige que se expulse del partido a todos los que se han portado mal con ella durante su ordalía por un quítame allá esas comisiones médico-fraternales. Y los ayusers, encantados, claro, aunque deben lamentar que su líder no haya llegado aún a la Moncloa y haya que conformarse para intentar el asalto con un gallego moderado que, probablemente, les parece un flojo, un maricomplejines (¿pues no dice el gachó que está dispuesto a pactar con los bolcheviques del gobierno la renovación del Consejo General del Poder Judicial?) y, prácticamente, un rojo separatista. Los ayusers creen en la inocencia de su chulapona y consideran que sus recientes problemas se deben a una conjura entre Teodoro García Egea y el comunismo internacional, pero algunos creemos que a Díaz Ayuso no le sobran precisamente los motivos para venirse tan arriba.

Aunque los de Casado para denunciar a una compañera de partido por sus (presuntas) corruptelas no obedecían al deseo de hacer justicia, sino a la necesidad de quitarse de en medio a una rival correosa, lo cierto es que esta sigue sin dar explicaciones convincentes acerca de las maniobras de su hermano del alma con la sanidad madrileña, y que nosotros, el populacho, seguimos sin saber la pasta que se embuchacó el hombre con lo de las mascarillas y si todo fue completamente legal en el trapicheo (de momento, muy ético y muy estético no nos lo parece).

Casado se pasó de listo y lo ha pagado caro, pero sus acusaciones a Ayuso siguen sin resolverse de una manera satisfactoria para ésta. Lo normal sería que Núñez Feijóo, ese rojillo galaico, tuviera a bien pedírselas a la interesada, pero algo me dice que se va a encontrar con tantos frentes abiertos entre la hinchada del PP que se va a quedar en mitad de la escalera sin que sepamos si la sube o la baja. Tal como estaba el principal partido de la derecha española, yo diría que Feijóo es lo mejor que le podía pasar (al partido y a los españoles en general): parece un tipo moderado y razonable y bastante alérgico a Vox. Es decir, todo lo contrario que Isabel Díaz Ayuso, que siempre le está haciendo ojitos a Santiago Abascal para alegría del sector más montaraz del PP, que ya sueña con un gobierno de coalición entre la derecha y la extrema derecha.

Entre los problemas con los que se va a encontrar Feijóo, yo diría que uno de los principales se llama Díaz Ayuso. Y que la inquina que esta le tenía al Aznarín de Palencia se la va a trasladar al gallego recién llegado a la capital, que ya puede irse calzando. Me temo que la situación no va a cambiar de forma sustantiva en el PP. Lo más probable es que Núñez Feijoo se convierta en el nuevo presidente, sí, pero Díaz Ayuso seguirá comportándose como hasta ahora y ejerciendo de jefa de la oposición a la oposición. Espero que Cayetana Álvarez de Toledo, que es una persona inteligente a la que conozco (poco) y respeto (bastante), le retire el apoyo incondicional que hasta ahora le mostraba y que yo achacaba a las (lógicas) ganas de vengarse de Casado. Total, la política a cara de perro practicada por el cesante palentino no ha servido de gran cosa, más allá de contribuir a convertir a un arribista como Sánchez en una especie de fino estadista europeo.

Eso sí, la bronca está asegurada. A la chulapona le gusta cantar las cuarenta a destajo y a sus hooligans les encanta su arrogancia. Seguirá habiendo dos partidos populares y no se sabe cuál de los dos acabará declarándose ganador, si el supuestamente moderado del señor de La Coruña o el beligerante y aspirante al hermanamiento con Vox de la amiga de don Hilarión. Yo prefiero el de Núñez Feijóo, pero solo soy un puñetero socialdemócrata (o sea, un comunista para los ayusers); así pues, ¿qué se puede esperar de mí?