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LGB. A secas

"Tras unos años de discreción, LGB International está largando bastante últimamente. No sé cual ha sido la reacción de trannies y queers, pero conociendo su tendencia al rebote violento, supongo que les declararán la guerra"

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LGB International es una asociación que nació en el Reino Unido en 2019 y que ya cuenta con presencia en varios países europeos, incluida España. Representa a homosexuales, lesbianas y bisexuales y a nadie más: ni intersexuales, ni transexuales ni devotos de la cosmovisión queer. Es como una vuelta a los inicios de la liberación gay, un back to basics que abomina de la ideología de género y de los delirios queer, reivindica la biología -tan despreciada últimamente, cuando hay quien afirma sin rubor que para ser mujer basta con autopercibirse como tal-, rechaza la violencia (y la virulencia) trans y viene a decir que, sexualmente hablando, aquí no hay más cera que la que arde: heteros, gais, bisexuales y lesbianas.

Es como si el sector más lúcido del colectivo homosexual se hubiese dado cuenta de que lo trans y lo queer, tras intentar eliminar o borrar a las mujeres, empezaba a ir a por ellos. Y es que, realmente, el ansia de protagonismo de trannies, queers, fluidos, no binarios, neurodivergentes, gente que atiende por they/them porque un día se sienten hombres y al otro, mujeres, según con qué pie se levanten, disfóricos o hipotenusos, ha acabado por hastiar a una buena parte de la población heterosexual y homosexual.

La teoría de que el género es un constructo social, de que nadie nace con un género concreto, se ha extendido como la pólvora y se la oyes mantener a cualquier palurdo seudo queer. Y ante la omnipresencia de trannies y queers, cuya testosterona los lleva a organizar unos boicots del copón a todo lo que les molesta, lo más sensato del colectivo gay ha optado por el separatismo, englobando únicamente a los que ya estaban en las siglas antes de que se empezaran a sumar letras y hasta el signo más (como diciendo: y no ponemos más letras porque ni nosotres sabemos cuántas sexualidades más hay por el mundo).

Tras unos años de discreción, LGB International está largando bastante últimamente. No sé cual ha sido la reacción de trannies y queers, pero conociendo su tendencia al rebote violento, supongo que les declararán la guerra a los separatistas (aunque, prácticamente, los hayan echado a patadas de su propia organización, de lo que consideraban su comunidad), como antes se la declararon, con cierto disimulo, a las mujeres, que, al parecer, les dan tanto asco como los heterosexuales de toda la vida de Dios (por muy fans que sean de Madonna o Judy Garland).

Creo que ya se puede afirmar taxativamente que el movimiento queer ha dado origen a un número excesivamente elevado de chorradas que han acabado de hastiar por igual a heteros y gais (o estableciendo diferencias entre sensatos y delirantes). En España, la contribución al dislate por ciertas figuras femeninas de la supuesta izquierda local ha sido notable, con la ley trans o la consagración del autoapercibimiento ha empeorado las cosas considerablemente. Aunque no hasta los extremos a los que se ha llegado en Estados Unidos, donde si te presentan a un tipo con barba vestido de mujer, tienes que felicitarle por el esmalte de sus uñas a lo Rosalía, en vez de informarle de que va hecho un mamarracho.

Librarse de la T y la Q ha sido perder lastre para LGB International, así como deshacerse de los freaks de la pandilla, que son libres de formar sus propias asociaciones fluidas, no binarias, neurodivergentes y demisexuales de la señorita Pepis. Y, a ser posible, dejar de darnos la tabarra con sus exigencias y sus ideas de bombero (o bombere) al resto de los seres humanos, compuesto, como de costumbre y desde siempre, de heterosexuales, homosexuales, lesbianas y bisexuales unidos por la lucidez, la sensatez y el sentido común.