Siempre me extrañó la poca relevancia que la judicatura española adjudicaba a la posible injerencia rusa en el prusés. Todos sabíamos que Josep Lluís Alay, hombre de confianza de Carles Puigdemont (cómo le envidio el cargo: jefe de gabinete de un tipo que no tiene gabinete) y el inefable Víctor Terradellas, un habitual de todos los saraos independentistas, se habían reunido con diversos rusos turbios probablemente enviados por Vladimir Putin, que disfruta inmiscuyéndose en los asuntos europeos para generar mal rollo y precipitar crisis, y no creo que fuese para merendar.
Los lazis se burlaban de la supuesta trama rusa, que achacaban a la fértil inventiva del perverso Estado español, permanentemente interesado en buscarles las cosquillas a los pobres indepes que, total, lo único que habían hecho era intentar cargarse un país con siglos de antigüedad. Y los jueces españoles parecían darles la razón con su displicencia a la hora de afrontar el asunto.
A muchos nos parecía que había motivos suficientes como para investigar las reuniones entre el estado mayor de Puchi (se me escapa la risa sólo con escribirlo) y los rusos desplazados a Barcelona pero, por motivos que se me escapan (era antes de que Sánchez tratara con pies de plomo a Cocomocho para que no se le rebotara y le retirara sus siete votos en el Congreso), nuestros jueces no parecían mostrar el menor interés por el asunto. Vale que Alay y Terradellas son un par de sacamuelas, pero se habían reunido con agentes extranjeros. Es decir, que rusos, haberlos, habíalos.
Así lo acaba de reconocer la Asamblea Parlamentaria Europea, reunida en Estrasburgo, a la hora de señalar las injerencias rusas en nuestro querido continente. En su informe, la Asamblea cita la presencia rusa en el prusés, junto a injerencias varias en las elecciones norteamericanas, rumanas y moldavas, en el follón del Brexit y en Alemania. Una senadora de ERC, Laura Castel, trató de eliminar la referencia a Cataluña, pero no coló.
¿Es normal que en Europa vean un peligro evidente y que aquí nadie vea nada? Me parece un poco raro, la verdad. Todos sabemos que Rusia se dedica a meter la nariz en Europa constantemente para empeorar las cosas. Se agarran a cualquier situación, por lo que una charlotada como el prusés es normal que también desearan aprovecharla. Terradellas aseguraba que los rusos le habían prometido 10.000 soldados, aunque también es verdad que su credibilidad está bajo mínimos.
En mi opinión, lo más probable es que los rusos que se reunieron con él y con Alay fuesen enviados a modo de ojeadores, a ver si había algo que se pudiese aprovechar en nuestra revuelta de los señoritos. No es descartable que, al toparse con esos dos cerebros, llegaran a la conclusión de que aquí no había nada que rascar y emprendieran el regreso a Moscú. Pero estar en Barcelona, estuvieron, aunque se dedicasen a visitar la Sagrada Familia y algunos buenos restaurantes en vez de profundizar en su charla con los secuaces de Cocomocho.
En cualquier caso, su visita requería, en mi opinión, un poco más de interés por parte de la justicia española. ¿O es que aquí puede venir cualquiera a reunirse con secesionistas y a todo el mundo se la sopla? Que los lazis dijeran que la trama rusa era una invención española es lo más normal del mundo. Pero que nuestros jueces les vengan a dar la razón con su actitud displicente y desinteresada no me lo parece. Lo que intentaron Alay y su compadre fue un acto de traición que, aunque no llevara a ninguna parte, debería haberse analizado convenientemente y, tal vez, castigado de la manera adecuada (que es la ejecución, aunque sólo en caso de guerra).
Aún estamos a tiempo, pero dudo que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa vaya a sacar a nuestros jueces de su letargo.