
Johann Sebastian Bach: cosmos, polifonía, contrapunto
Johann Sebastian Bach: las partituras del cosmos
Acantilado publica el ensayo del musicólogo Christoph Wolff, profesor de la Universidad de Harvard, sobre el inmenso legado creativo del compositor alemán
Si el verdadero legado de un artista es su obra y, en una medida que es muchas veces superior, su poética –el método concreto que ha elegido para crear–, cabe preguntarse los motivos por los que, cuando alguien pretende penetrar en el alma de un músico, un cineasta o un escritor, de forma casi mecánica, suele echar mano de la socorrida biografía o, en su defecto, de la fatigada bibliografía. O de ambas disciplinas, dejando escapar la incógnita capital que debería desentrañar la crítica cultural: ¿cómo se forja un obra de arte?, ¿cuáles son los elementos que determinan su suerte?, ¿de qué manera un autor logra levantar un universo paralelo al mundo real gracias a las palabras, las imágenes o los sonidos?
Los estrechos límites del análisis cultural son, en primer lugar, una muestra de la limitación intelectual de muchos de quienes lo practican, en buena medida incapaces de abandonar el relato puramente histórico para adentrarse en el terreno de la estilística. En segundo término podría adjudicarse también, en un grado no menor, a las pobres expectativas de unas audiencias más proclives a la simpleza y a la censura que al verdadero conocimiento. Entender a un artista no es describir al detalle su vida ni se reduce a reseñar con mayor o menor acierto el catálogo de sus obras. Es descubrir cómo lo que antes de él no existía ni era concebible se convierte para siempre en un eterno presente.

Retrato de Johann Sebastian Bach en 1746, de Elias Gottlob Haussmann.
A esta esforzada tarea se ha dedicado durante toda su vida profesional el musicólogo alemán Christoph Wolff, profesor en Harvard y, durante años, director del Archivo Bach en Leipzig. Autor de obras de referencia sobre música clásica, como Mozart en el umbral de su plenitud (Acantilado), Wolff ha dedicado su talento como investigador a arrojar luz sobre la neblina que rodea a la figura del mayor músico de todos los tiempos, Johann Sebastian Bach, el creador luterano a quien dedica El universo musical de Bach. El compositor y su obra.
Se trata de un excelente libro publicado hace cinco años en inglés por Norton & Company y que la editorial que dirige Sandra Ollo, que ya contaba en su catálogo con otros títulos sobre al autor de La Pasión según San Mateo, firmados por John Eliot Gardiner (La música en el castillo del cielo) o Ramón Andrés (Bach: los días, las ideas, los libros), acaba de verter al español, con traducción a cargo de Francisco López Martín y Vicent Minguet.

Autógrafo de Bach del recitativo con el texto del evangelio de la muerte de Cristo de 'La Pasión de San Mateo'-
El estudio de Wolff no desprecia el avatar vital de Bach, pero no hace de esta interpretación la guía única de su fértil pesquisa. Tampoco queda atrapado por la inmensidad del corpus creativo del compositor alemán, parte de cuyo legado, sobre todo sus obras más tempranas, se perdió sin remedio a pesar de la obsesiva costumbre del músico de catalogar sus invenciones en su biblioteca personal. Wolff opta por hacer aquí una indagación selectiva –elige una serie de obras mayores y menores– y, a partir de ellas, recompone el cosmos de sonidos de la constelación Bach, que es la expresión musical más parecida a la suma perfección.
“Bach es Dios”, dijo una vez la pianista Nina Simone. Un frase exacta y carente de toda exageración. En este libro se explican las razones de esta valoración. Wolff es el mejor evangelista de Bach, su intérprete más dotado, su admirador más rendido. En este ensayo otorga importancia a la valoración que el músico alemán hacía de sus propias partituras, cuidadosamente dispuestas en series, diferenciando la música cantada de la instrumental. El legado del autor de las Suites inglesas se proyecta como la cumbre insuperable del arte de la polifonía y el contrapunto, dos habilidades casi arqueológicas según las normas del gusto musical contemporáneo.

'Johann Sebastian Bach, los días, las ideas, los libros' de Ramón Andrés
El ensayo Wolff está cargado de erudición –se reseñan partituras, modos de interpretación, métodos de composición– pero resulta amenísimo dada la levedad de escritura de Wolff, capaz de partir de un detalle concreto, como el cuadro que Elias Gottlob Haussmann hizo del compositor en 1746, el único que se considera verdadero, y trascender la anécdota para hacernos alcanzar el ámbito de la categoría.

'La música en el castillo del cielo', de John Eliot Gardiner
El viaje, especialmente para los devotos de la música clásica, es colosal. De la lectura de este ensayo se sale alucinado tras visitar las encrucijadas del arte musical. Dotado organista y director coral, Bach sobresale frente a otros músicos de su tiempo –y de la historia– como el mayor genio de la composición, capaz de obtener resultados milagrosos en términos de armonías, melodías e improvisación. Cada una de sus obras, desde las tocatas para clavicordio a las misas, desde las obras sacras a las profanas, está alimentada por una inspiración que todavía hoy, doscientos setenta y cinco años después de su muerte, nos parece sobrehumana.

Bach toca el órgano para Federico El Grande
Basta oír la colección de sus cantatas o las composiciones concebidas para investigar las posibilidades de la fuga o sus fantasías musicales, como el Pequeño libro de órgano o El clave bien temperado. Nada es pequeño en la obra de Bach porque, igual que sucede en el mundo real, el infinito pormenor de sus detalles nos remite a una suerte de inteligencia superior, capaz de disponer lo pequeño y lo grande con idéntica perfección.
'El universo musical de Bach'
Bach es abstracción, liturgia, devoción y matemática. Su música, en términos de seducción, es tan importante como los evangelios canónicos. Nadie como él, un músico autodidacta, ha logrado hacer que creer en Dios deje de ser un acto de angustia para convertirse en un prodigio. Wolff sabe explicar este poder creativo de forma sobria, sostenida, sólida y amena en un volumen de seiscientas páginas que se hace corto y que, a la postre no es sino una novela, camuflada bajo la forma del ensayo, sobre cómo la heterodoxia acaba convirtiéndose en el centro del canon musical.