Según cálculos recientes (basados en un estudio de hace años sobre el gaélico), la posible oficialidad en Europa del catalán, el gallego y el euskera costaría unos 132 millones de euros (44 por idioma) que deberíamos abonar, lógicamente, todos los españoles. Pese a correr con el gasto -porque se trata de dinero público y el dinero público no es de nadie-, las autoridades europeas no acaban de ver muy claro el asunto y no parecen haber llegado a la conclusión de que, si a los españoles les da por tirar el dinero, allá ellos.

Intuyo cierto temor a un posible efecto llamada, y que la aceptación del uso en las instituciones europeas de los tres idiomas españoles genere una avalancha de exigencias de otras regiones con lenguas minoritarias: a fin de cuentas, ¿por qué un bretón o un corso habrían de tener menos derechos que un catalán o un vasco?

Por su parte, el voluntarioso ministro Albares sigue dando la chapa con sus tres idiomas minoritarios y el próximo martes hay una reunión al respecto de la que el lazismo no espera gran cosa. Parece que España envió a Europa una propuesta con bastantes agujeros, que se le dijo que mandara algo con más fundamento y que no se envió nada corregido (parece que con el documento de los agujeros ya iban todos que se mataban). No sé ustedes, pero a mí todo esto me suena a la típica maniobra Sánchez: prometes la oficialidad del catalán en Europa para pillar los votos que te permitan conservar el sillón y, una vez bien amarrado a éste, si te he visto, no me acuerdo. El 31 de diciembre termina la presidencia española de la UE y ya me imagino a nuestro querido presidente diciéndoles a los nacionalistas catalanes (los vascos y los gallegos son un añadido del modelo “culo veo, culo quiero”) que, en fin, chicos, se ha hecho lo que se ha podido, pero no ha salido bien, aunque no desesperéis, que lo seguiremos intentando y el que la sigue, la consigue y tal y cual y Pascual.

La verdad es que todo el asunto apesta desde el principio y por todas bandas. En el sector de las exigencias lazis, se trata de negarse a hablar un idioma que se conoce perfectamente para seguir representando la ficción de que Cataluña, vieja nación europea, es un país independiente (o casi). Por parte del PSOE de Sánchez, como casi todo, impera la conveniencia del líder: de la misma manera que Sánchez decía que no dormiría tranquilo cohabitando con Podemos en el gobierno y acabó nombrando vicepresidente a Pablo Iglesias, tras tirarse años negando la (supuesta) necesidad de la oficialidad europea del catalán, descubrió que se trataba de un tema fundamental para el progreso y convivencia de los españoles en particular y los europeos en general, más que nada porque necesitaba los siete votos de los secuaces de Cocomocho para conservar el sillón (o cerrarle el paso al fascismo, como prefieran). Chantajeado por los lazis, Sánchez puso a Albares a hacer como que trabajaba en pro de la ansiada oficialidad del catalán (y, ya puestos, del euskera y el gallego, ¿qué remedio? ¡Viva el café para todos!), envió a Europa una propuesta chapucera redactada con el trasero y se dedicó a ganar tiempo. Una vez conservado el sillón, como es el caso (aunque la legislatura va a ser una pesadilla y no sabemos lo que quedará del PSOE cuando termine), a Sánchez vuelve a soplársela el catalán (y el euskera y el gallego, ya ni te cuento). Los lazis han vuelto a hacer el pardillo, como suelen en sus negociaciones con el maquiavélico presidente español, y ahora todo va a ser, como de costumbre, llanto, crujir de dientes y sensación de haber sido timados por el astuto perillán madrileño.

Cuando te necesita, Sánchez te promete el oro y el moro. Cuando ya no te necesita, que te den. No hay más que ver cómo se ha deshecho de Podemos (con la necesaria colaboración de la proactiva Yoli Puñales), tras hacer como que los aguantaba un tiempecito. Si se lo puede permitir, también desintegrará a los lazis, a los que, de momento, va engañando como los colonos americanos a los indios con sus cuentas de colores. ¿Oficialidad europea del catalán? ¡Ahora mismo! Sí, sí, lo pagamos todo, no hay ningún problema. ¿Que la propuesta era un fistro diodenal? Evidentemente, pringaos, ¿no os habéis dado cuenta de que lo mío es ir ganando tiempo para seguir yendo a mi bola?

El 1 de enero, Pedro Sánchez ya no será el presidente de turno de la Unión Europea. Lo que necesitaba de los nacionalistas (el sillón), ya lo tiene. Y las promesas incumplidas se las lleva el viento, o la estricta normativa europea, o lo que sea. O sea: gracias por vuestra ayuda y que os zurzan. Puede que Pedro Sánchez sea un sujeto moralmente deleznable, pero como arribista político es insuperable en su resiliente maquiavelismo, como no van a tardar mucho en comprobar Puchi y su pandilla cuando en Europa digan que se archiva temporalmente el tema. Un tema que acabará naufragando definitivamente cuando en España gobierne ese PP al que el PSOE actual le está poniendo una alfombra roja con sus amnistías y su peculiar manera de entender lo que son la izquierda y la socialdemocracia. O lo que quede de ellas en España.