Tenemos a los procesistas muy indignados tras el chusco episodio andaluz del fusilamiento de un monigote que representaba a Carles Puigdemont. El presidente suplente amenaza con acciones legales mientras el ajusticiado simbólicamente asegura que no querían ejecutarlo a él, sino al mundo nuevo y maravilloso que su presencia anuncia. Hasta Quim Monzó aprovecha, parapetado tras su madre granadina, para ciscarse en España. Efectos inmediatos: pintura amarilla en las sedes del PSC y Ciutadans, que nadie condena más allá de los afectados, claro está.

Ciertamente, el fusilamiento de Puchi no es un acto de una gran elegancia, aunque lo de Judas del Año resulta excesivo para el personaje, a quien veo mucho más merecedor de aquel galardón que se inventaban unos personajes de Milan Kundera para premiar cada año al tío más tonto de Checoslovaquia y que consistía en un diploma que tildaba al elegido de Asno Total. Tampoco me parece muy elegante quemar fotos del Rey, banderas españolas o ejemplares de la Constitución, pero todo eso a Torra se le antoja pura libertad de expresión y no solo no lo condena, sino que lo fomenta. Soy consciente de que quien para mí es merecedor del premio Asno Total puede ser para otros un caudillo providencial, pero no veo a los procesistas parándose a considerar la posibilidad de que el Rey, la bandera y la Constitución signifiquen también algo para alguien al que no deberían ofender gratuitamente. La indignación a la carta no es de recibo: sulfurarse por el fusilamiento de un monigote, pero encontrar de lo más normal la quema de fotos del jefe del Estado es propio de fanáticos como el señor Torra, que encuentra sus símbolos intocables y despreciables los ajenos. Nadie como los indepes para implementar la ley del embudo: todo lo que hacemos NOSOTROS es libertad de expresión, pero todo lo que hacen ELLOS es fascismo.

Por eso a Torra le indigna que se fusile a un monigote, pero se la pela lo que les pueda suceder a ciertos seres de carne y hueso. Que Inés Arrimadas no pueda ir a según qué pueblos sin que la pongan de puta para arriba le parece lo más normal del mundo. Como que una turba de energúmenos en edad universitaria acose a Cayetana Álvarez de Toledo durante una visita a la Autónoma. Su fiel Laura Borràs lo dijo claramente: si vas a provocar, luego no te quejes del recibimiento. Para esta gente, todo lo que no sea afirmar que solo Puchi es Dios y Torra su profeta es provocar. Al enemigo, bestia con forma humana, ni agua: sus símbolos se pueden quemar tranquilamente, a sus políticos se les puede insultar (o se les debe insultar, no lo tengo muy claro) y a sus sedes hay que romperles los cristales cada equis tiempo. Pero como a un grupo de aldeanos del sur se les ocurra nombrar a Puchi Judas del Año y fusilarlo en efigie, todos a rebotarse como un solo hombre, pues solo ellos tienen derecho a insultar y ofender. Pedazo de república la que tendríamos con la banda del Asno Total.