Vale, sí, Puigdemont es el puto amo. Solo con sus aventuras se puede escribir un artículo al día. El hombre no deja nada para los demás. Ayer mismo, sin ir más lejos, nos enteramos de que:

1) Ana Rosa Quintana ha desvelado unos mensajes de móvil que intercambiaba con su fiel Comín en los que se daba por muerto, a sí mismo y al prusés, vaticinaba un ridículo histórico para la causa y aseguraba que los suyos (empezando por Tardà) estaban dispuestos a sacrificarlo.

2) La revista Time lo incluye en su prestigioso Top Five de fugitivos geopolíticos, junto al australiano Julian Assange, el turco Fethullah Gulen, el kosovar Ramush Haradinaj y el georgiano Mijail Saakashvili.

3) Un mes y pico antes de la declaración de independencia y de la célebre espantada con destino a Bruselas, Puchi se sacó de la manga unos cambios legales para que la Generalitat corriera con los gastos en abogados de cualquier miembro del Govern. Hasta entonces había que conformarse con los letrados de la cámara, así que ya sabemos quién le está pagando el sueldo al belga del sombrero: ustedes y yo.

Ante este aluvión de novedades, nadie se fija en las modestas contribuciones de los demás nacionalistas al espectáculo, entre cómico y patético, que el soberanismo está ofreciendo al mundo. Aunque algunas de ellas resultan francamente encomiables. Mi favorita es la de Eduard Pujol, palanganero mayor de Puchi que, al igual que su ídolo, también ha transitado del periodismo subvencionado a la política. Aunque nadie le ha hecho el menor caso, resulta que el pobre Pujol tiene un problemón que a todos debería preocuparnos. Según él, ha detectado la presencia de alguien que le sigue a todas partes y que le hace temer por su seguridad. No ha dicho que se trate de un agente del CNI, pero todo apunta en esa dirección. Se trata de un hombre de mediana edad que, atención al dato, se desplaza por las calles de Barcelona en patinete. Pujol se lo cruzó hace unos días por la calle Princesa y el del patinete, viéndose descubierto, dio media vuelta.

Yo ya sé que debe dar mucha envidia ver cómo Puchi protagoniza todo el sainete, y el intento de Pujol por destacar me parece tremendamente humano, pero a ver si se estruja un poco más el magín

Lo de los espías en patinete no se le ocurre ni a Zoido (bueno, igual a Zoido sí, recordemos que meter a la policía en un barco decorado con Piolín y otros personajes de Warner Brothers le parecía lo más normal del mundo). Y caso de tener que recurrir al patinete, lo normal sería encargarle la misión a un adolescente, a un niño o, para evitar acusaciones de esclavitud infantil, a un enano disfrazado de niño. La alternativa al patinete es un tipo que siga a Pujol a pie, pero con un periódico abierto entre las manos y con un agujero para los ojos, cosa que a Zoido le parecería el colmo de la discreción.

Yo ya sé que debe dar mucha envidia ver cómo Puchi protagoniza todo el sainete, y el intento de Pujol por destacar me parece tremendamente humano, pero a ver si se estruja un poco más el magín, que lo de temer por su vida ante la inquietante presencia de un señor en patinete solo le va a garantizar la atención de gente ruin y propensa al sarcasmo, como quien esto firma.