Dicen que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas, pero no puede afirmarse lo mismo de Facebook. Que se lo digan al profesor Jordi Llovet, quien hace unos días tuvo la ocurrencia de colgar un largo post en el que resumía su relación profesional con Laura Borràs de una manera que no fue del agrado de esta. Nada de lo que contaba Llovet podía sorprender a quien conozca un poco cómo va por la vida la Geganta del Pi, solo quedaba constancia de su incompetencia como docente y de su arribismo rampante, que la llevaba a tirar de contactos en las alturas para hacerse con plazas que no le correspondían y traerse al tribunal a su base de fans (incluidos miembros de la familia) para liarla parda en público cuando las cosas no se resolvían a su favor. Los que consideramos a Borràs una trepa sin muchos escrúpulos vimos confirmadas nuestras peores sospechas cuando leímos el texto de quien había sido su jefe en la universidad.
Puede que otro hubiese dejado pasar la supuesta ofensa, pero Borràs es de las que muerde y no suelta y lleva muy mal los comentarios que no la presentan como ella cree ser: un pozo de ciencia y un faro para la cultura y la nación catalanas. Como no pudo localizar a Llovet, llamó a su hermana para que le transmitiera el recadito de que o se retractaba de sus afirmaciones o les echaba encima a sus abogados, Jaume Alonso Cuevillas (conocido en sus años universitarios como Jaime y célebre por sus pulseritas con la bandera española) y Gonzalo Boye (defensor habitual de fugitivos de la justicia y narcotraficantes al que le financiamos la carrera de Derecho cuando estaba en el trullo por colaborar con ETA y hay que ver cómo nos lo ha agradecido). La firme partidaria de la desjudicialización de la política, en cuanto se sintió agredida y contrariada por ciertas opiniones a su respecto, lo primero que hizo fue judicializar al pobre Llovet, aunque para eso tuviera que recurrir a la justicia española (la única que hay, aunque ella debe creer que todo cambiará ante la inminente implantación de la República Catalana).
Con la satisfacción del deber cumplido, la preinhabilitada (y puede que prepresidiaria) Laura Borràs se fue al congresillo de su partido junto a su compadre Jordi Turull (miembro destacado de los trillizos Tururull) a explicarles los cuentos de costumbre a los fanáticos allí reunidos, que viven sin duda en la misma realidad alternativa que sus dirigentes. Allí se dijo que la lucha continúa (aunque no se explicó de qué manera), se abominó de la mesa de diálogo con el Gobierno central, se puso ligeramente verdes a los de ERC y se insistió en la manida fórmula de que la independencia ya está declarada y solo falta el pequeño detalle de implementarla. Todo ello, entre grandes aplausos del público para los enajenados que ocupaban el escenario (es evidente que Tururull salió del trullo peor de lo que entró). Borràs llegó a decir que ella y los suyos solo podrían ser detenidos por la vía criminal, como si tuviera el plan de montar una banda armada (cosa perfectamente compatible, claro está, con su plaza de funcionaria del Estado español, actividad a la que también hacía referencia Llovet con cierta retranca).
Borràs puede decir lo que se le antoje sobre todos y todo, pero como alguien explique cosas de ella que no le gustan, se rebota y reacciona como la niña malcriada que vive agazapada dentro de su corpachón. Para evitar males mayores, Llovet ha retirado su post de la red del señor Zuckerberg, no sin antes explicar la llamadita amenazadora de la interfecta a su hermana. La verdad es que, para encontrarse al borde de la inhabilitación (y puede que del talego), Borràs no deja de venirse arriba siempre que puede. Entiendo hasta cierto punto que eso le suceda en un congreso de su pandilla de iluminados quiméricos, pero que la tome con el profesor Llovet, uno de los pocos sabios con los que contamos en Cataluña, ya es de juzgado de guardia.