La oficialidad del catalán en Europa no avanza al ritmo previsto (por el lazismo): en la reunión del pasado martes, el tema se trató de pasada, se dejó para más adelante (o sea, ad calendas graecas) y se pasó a temas más urgentes e inaplazables. Parece que el Gobierno español ya no tiene entre sus prioridades lo de conseguir que se pueda hablar catalán en las instituciones europeas, ¿y para qué lo iba a tener si Pedro Sánchez ya consiguió lo que quería de Junts, llegar a presidente prometiendo lo que hiciera falta?
Una vez más, nuestro resiliente mandatario se la dio con queso a los de Puigdemont y estos tragaron con la trola presidencial, como si no supieran cómo las gasta nuestro Pedro para conseguir lo que más le conviene, como si no se hubieran percatado de que el hombre domina las medias verdades y las falsas promesas y que, cuando con eso no le alcanza, recurre a las mentiras (y luego dice que no mintió, sino que cambió de opinión y ya se sabe que rectificar es de sabios).
En su momento, la que más blasonó de haber doblegado al Gobierno español con la cuestión del catalán fue la inefable Míriam Nogueras, y ahora está pagando su arrogancia con una serie de tuits patrióticos a cargo de gente que le pide que dimita porque lo del catalán en Europa no avanza, pese a sus promesas y su actitud sobrada al respecto.
Ya puestos, los indignados podrían quejarse también de un extraño fenómeno que empieza a darse cada vez con mayor frecuencia en el Parlamento español: los diputados separatistas que lo largaban todo en catalán están volviendo al castellano como si ya se hubiesen divertido bastante con el chiste del pinganillo o como si se hubieran olvidado de que gozan del legítimo derecho de expresarse en su lengua vernácula. Igual aún no se han percatado de tan preocupante fenómeno, pero con lo del no avance en Europa ya les basta para estar que trinan. Supongo que se han dado cuenta de que el Trilero Máximo se la ha vuelto a meter doblada y que sus supuestos representantes han tornat a fer el paperina (o, en el idioma del imperio, han vuelto a hacer el panoli).
Los pobres pierden el tiempo porque Míriam es de las que creen que dimitir es un nombre ruso: a esa, que está hecha de la misma pasta que la Geganta del Pi, o la cesas o no se va ni con agua hirviendo. Intuyo que los pragmáticos de Junts, los que sueñan con volver a la Convergencia de toda la vida, no ven la hora de deshacerse de ella y de todo el núcleo duro del partido, encabezado por el simpar Tururull, pero para eso habrá que esperar a que Puigdemont se desprestigie un poco más –si tal cosa es posible–, se convierta en un lastre y en un impedimento para las cosas del comer y haya que eliminarlo, momento en el que le seguirían los Tururull y las Nogueras de este (infra)mundo.
Los resultados electorales no han sido precisamente un éxito para los partidos independentistas. Junts ha salvado la cara y poco más, y parece haberse instalado la desesperación entre sus mandos. Véanse los patéticos e inverosímiles esfuerzos de Puchi para que le nombren presidente. O la actitud crispada y amenazante que mostró el otro día la señora Nogueras en el Parlamento español, cantándole las cuarenta a Pedro Sánchez, diciéndole que no se las prometa tan felices con los resultados de las elecciones catalanas, sosteniendo la inexactitud de que el independentismo sigue imperando en Cataluña y desplegando su habitual grosería y mala educación cuando tiene delante a alguien al que considera un enemigo de la Cataluña catalana.
Curiosamente, de lo del tocomocho del catalán en Europa, ni una palabra, ¡y mira que por ahí tendría mucho que decir! El único problema es que sacar el tema solo serviría para que los suyos la tomaran definitivamente como a la tonta del bote que el pasado mes de agosto aseguró que ese asunto estaba resuelto. Sí, haría quedar a Sánchez como un mentiroso, pero ¿dónde estaría la novedad si eso es algo que ya sabemos todos?
Las elecciones catalanas no han sonreído a los indepes. ERC ha optado por el suicidio colectivo y se apilan los cadáveres metafóricos de los dimisionarios (observados con mal disimulado desinterés por el beato Junqueras). La CUP no dice ni mu, no sabe, no contesta. La Matamoros de Ripoll se da con un canto en los dientes con los dos escaños que ha pillado. Y Junts ha optado por dar la nota, hacer el ridículo e incurrir en el patetismo (mientras, en la sombra, los pragmáticos afilan los sables). Continuará…