Uno lleva tiempo lamentándose de la entrada en masa en la llamada nueva izquierda de elementos que no se distinguen precisamente por su brillantez mental o por su admirable raciocinio: podemos encontrarlos a granel entre los políticos y los votantes de Podemos y de los Comunes, empezando habitualmente por sus propios líderes, que, cada vez que abren la boca, consiguen que se retuerzan en su tumba Jorge Semprún, Jordi Solé Tura o Gregorio López Raimundo.
La otra noche salió por la tele Pablo Iglesias (Salvados, en la Sexta) y se puso a hablar de eméritos. Parece que no todos se comportan igual a la hora de pasarse la ley por el arco de triunfo. Para Pabloide, lo de Juan Carlos I no tiene perdón de Dios, pero lo de Puchi I de Waterloo no es para tanto. De hecho, el Ceaucescu de Galapagar compara al hijo del pastelero con los exiliados españoles del franquismo (aunque se apresura a añadir que no aprueba sus métodos), afirmando, literalmente, que se ha jodido la vida por sus ideas. Con el padre del rey no se muestra tan comprensivo, pero también es verdad que lo de Iglesias con la monarquía es una obsesión que bordea lo patológico, mientras que la simpatía hacia los separatistas es muy típica de esa nueva izquierda imbécil que tan mala vida nos da a los apolillados socialdemócratas de siempre (ya saben, esa chusma del régimen del 78 de la que uno forma parte, ¡y del peor sector, habiendo pasado por el underground y la Movida! Chincha y rabia, Pablo, que te perdiste ambas cosas…¡Y un montón más! De ahí tus complejitos).
No sé si las opiniones de Iglesias sobre el prusés son estrictamente suyas. Sé que, en parte, se insertan en un plan absurdo encaminado a que los separatistas le faciliten el acceso a la Tercera República (lo cual no es muy verosímil si pensamos que el separatista, por definición, aspira a su propia republiquita), pero algo me dice que en ellas influye el pensamiento profundo de esos dos pilares de la Izquierda Boba que son Jaume Asens y su amigo Gerardo Pisarello (conocido como El Peronista Listo en contraposición a El Peronista Tonto, que es un tal Fachín que no pilla cacho por mucho que porfíe al respecto). Durante los últimos días, hemos visto cómo Asens exigía mano dura contra los mamarrachos que asaltaron el Capitolio norteamericano mientras argumentaba que el levantamiento lazi de octubre del 17 nada tenía que ver con los delirios trumpistas. A algunos nos ha parecido que había cierto parecido entre ambos desahogos populistas, pero Asens no lo ve por ninguna parte y sigue dando la tabarra con lo de que urgen los indultos para los presidiarios del prusés. No es descartable del todo que la comparación de Puchi con los exiliados del 36 haya salido de su mente privilegiada. O de la de Pisarello.
En cualquier caso, con asesores así para el hecho catalán, la nueva izquierda española va a seguir meando fuera de tiesto hasta el Día del Juicio. Nada que ver con el PSOE de Pedro Sánchez, que hace como que se cree todo lo que le conviene, pero todos sabemos que es mero cálculo egoísta; lo cual, en cierta medida, nos tranquiliza: creerse que Puchi es equiparable a los exiliados de la guerra civil es mucho más grave que aparentarlo por la cuenta que te trae.