Una de las pocas cosas buenas que ha traído el Covid es el incremento del turismo interior. Primero por tener cerradas las fronteras, ahora por estar sujetos a una burocracia estúpida y siempre por la incertidumbre de cambios de normas caprichosas que pueden convertir un viaje de placer en una odisea, los viajes internacionales han caído, redirigiendo, al menos parcialmente, las ansias viajeras hacia el turismo interior.

No es malo, ni mucho menos, redescubrir España, de hecho, a más de uno le vendrá muy bien darse cuenta que el centro del mundo no está en el patio de nuestra casa. Si algo tenemos en España es variedad de paisajes, comidas y culturas.

Hay muchos lugares bonitos para redescubrir y, también, para aprender. Uno de ellos es Málaga, la sexta capital de provincia por habitantes es una de las ciudades con más vida y potencial de toda la península. La razón fundamental, tiene un proyecto que cumple a rajatabla gracias sobre todo a un alcalde que lleva ejerciendo su cargo desde el año 2000 y lejos de debilitarse su popularidad ésta se incrementa en cada elección. 

Durante años la ciudad de Málaga pasaba desapercibida por el enorme tirón de la vecina Marbella y de la Costa del Sol. Su aeropuerto es el cuarto de España por número de pasajeros, pero la gran mayoría de ellos tradicionalmente ni pisaban la capital. Pero gracias a la estrategia seguida por su alcalde esto está cambiando.

Málaga no tiene un monumento del peso de la Alhambra o la Mezquita, pero su Alcazaba no está nada mal, como nada mal está su inconclusa catedral o su animada zona centro. Pero además se ha renovado la ciudad de arriba abajo, peatonalizando pero con sentido común, modernizando avenidas y paseos, facilitando el uso de la bicicleta sin asfixiar a los conductores, dándole una nueva vida al puerto, y, sobre todo, animando la vida cultural.

Málaga cuenta ahora con cerca de 40 museos, alguno de la talla de la única filial del Centro Pompidou fuera de París o el que alberga la colección privada de Carmen Thyssen, sin olvidarnos del maravilloso museo Picasso o del más que interesante museo del automóvil y la moda. Pero además, gracias a un malagueño de pro, Antonio Banderas, cuenta con espectáculos de primer nivel propios de la Gran Vía madrileña cuando no del West End de Londres. Generada la oferta ahora la ciudad se encuentra en un preciso plan de creación de hoteles de primer nivel. El proyecto se culmina con uno de los mejores parques tecnológicos de España que cada vez atrae a más multinacionales buscando talento a buen coste.

Málaga es un ejemplo, como lo es Vigo y como lo son no pocas ciudades que tienen un proyecto. Barcelona hace tiempo que carece de proyecto, o si lo tiene pasa por el decrecimiento y el empobrecimiento de sus habitantes, algo visto muy pocas veces en el mundo. Lo teníamos todo y vamos camino de no tener nada. El rechazo a los hoteles nos hizo perder uno de los mejores del mundo, el Four Seasons, que hace poco abrió en Madrid con precios de 1.000 euros para arriba por noche, y se llena. Poner barreras a los cruceros hace que éstos recalen en Valencia, Málaga o Cádiz. Y lo más probable es que la inversión del Hermitage acabe en Málaga. La suerte de la fea...

Por si fuese poco lo que dejamos pasar, tampoco parece que nos entusiasmen proyectos comunes de futuro como los Juegos Olímpicos de invierno o la Expo 2030, tren al que también renunciamos y al que aspiran ciudades tan diversas como Riad o Roma. ¿Sabe Barcelona hacia dónde va? De momento es la ciudad con peores ratios en la recuperación de vuelos y, sobre todo, de ocupación hotelera. Seguro que la alcaldesa estará feliz, Barcelona cayendo en picado es, sin duda, la culminación de sus sueños.

La actual alcaldesa salió elegida como un mal menor, aunque cuesta pensar que alguien lo hubiese hecho peor. Algún sondeo, sin embargo, parece que le da posibilidades de ser reelegida el año que viene. Tal vez habría que viajar algo más para ver que a Barcelona no es que le haya pasado Madrid sino que ciudades como Málaga o Vigo la están dejando atrás. Solo nos queda una cierta marca fuera de España. El día que la perdamos ya no tendremos nada. En julio hará 30 años de la celebración de nuestros juegos olímpicos, cuánto hemos cambiado... para mal.