¿Por qué Donald Trump ha conseguido más votos de los hispanos que todos los candidatos republicanos anteriores?

Las presidenciales norteamericanas parecían más que decididas: los blancos de origen europeo preferirían al megamillonario Donald Trump, pero hispanos y negros se inclinarían con tanto o mayor interés por la candidata demócrata, Hillary Clinton; dos grandes minorías que entrambas llegan al 25% de la población, lo que hacía impensable una derrota de la exsecretaria de Estado.

Más de la mitad de los latinos acudieron a las urnas, tantos como lo hicieron para elegir a Obama en 2012 y algo más que en 2008, cuando obtuvo su primer mandato el presidente demócrata. Pero en el desglose las estadísticas ya no eran tan satisfactorias.

Si un 60% largo de los que concurrieron a las urnas votaron por la señora Clinton, un macizo 29% lo hizo por Trump pese a la carga de invectiva, mal gusto y racismo desplegado por el candidato republicano contra mexicanos y atezados visitantes del Sur. El 9% o 10% restante votó por otros candidatos minoritarios a la izquierda de Hillary, negando a ésta, lo que podría haber supuesto la diferencia.

¿Quiénes eran esos hispanos, sordos y ciegos, a los que parecía no haber afectado la viciosa filípica del republicano?

Pero ¿quiénes eran esos hispanos, sordos y ciegos, a los que parecía no haber afectado la viciosa filípica del republicano?

"El error es creer que los latinos son un solo bloque, pero a los que no son mexicanos les importan poco los insultos hacia esa etnia o nacionalidad. Más de la mitad de los hispanos legales aprueban las políticas de inmigración de Trump, pues ellos ya están dentro y no les interesa la competencia de los que siguen llegando a través de la frontera con México", sostiene Aida Baladí, una colombiana que lleva años viviendo en Miami y con dos hijos nacidos en EEUU.

Con palabras parecidas lo explica Jorge Zepeda, escritor y director del diario mexicano Sin embargo, a quien le hago la misma pregunta a su paso por Madrid: "Los que ya tienen su situación regularizada, especialmente los hispanos de segunda o tercera generación, se sienten tan afectados como el anglosajón y tienen miedo a que más inmigrantes hagan peligrar sus puestos de trabajo o bajar sus salarios. También porque son los que quieren ser más norteamericanos que nadie y distinguirse de sus parientes pobres del sur que tan mala fama tienen, presentados por la propaganda mediática o vistos por el ciudadano medio como bandidos, traficantes y delincuentes".

Latinos o hispanos los hay de muchas clases.

La emigración cubana de los 60, que huía del castrismo, ha sido de largo la mejor educada --mucha burguesía y profesiones liberales-- de la diáspora latinoamericana. Son quienes han pasado a ocupar posiciones de poder en Miami y el sur de Florida, y por ello han mantenido un buen dominio del castellano. Pero, por muy hispánicos que fueran y se sintieran, la política de Obama de colaboracionismo y deshielo con Cuba, ha contribuído a arrojarlos en brazos de Trump. Son también los que más diferentes se sienten del resto, esa gran mayoría procedente de México y de Centroamérica, que tienen en común una lengua que, sin embargo, cada día les es menos común a todos ellos.

Por muy hispánicos que fueran y se sintieran, la política de Obama de colaboracionismo y deshielo con Cuba, ha contribuído a arrojar a la emigración cubana en brazos de Trump

Los emigrantes laborales de primera generación manejan el español popular que hablaban en su tierra, y suelen mantener lazos con los parientes del sur a los que envían sus remesas y a menudo ayudan a llegar al norte. Los de segunda generación, los hijos, entienden el castellano y, no sin algún atropello, aún son capaces de hacerse comprender. Pero en la tercera lo que de verdad domina es el spanglish, que es a todos los efectos la puntilla contra la supervivencia del castellano en EEUU. Y en proporción muy parecida a cómo la lengua va deteriorándose se desarrolla en los descendientes de la inmigración una neonacionalidad norteamericana, a la que incomoda convivir con su propio pasado.

Una americanización rápida facilitada por la conversión al protestantismo. Ted Cruz, el flamante contrincante de Trump en las primarias republicanas, sería el máximo exponente del sueño americano para muchos de esos llegados del sur. Son los que prefieren ignorar lo que son o han sido.

Por eso, es un cuento chino que EEUU se esté hispanizando, como con frecuencia se sostiene en España. Los 45 ó 50 millones de latinos del país son carne de cañón para el inglés, o peor el spanglish, y su progresiva norteamericanización aunque solo sea para formar una tercera nacionalidad, ni anglosajona ni latinoamericana. Y por eso a Hillary Clinton tampoco le ha alcanzado para ser hoy la primera mujer presidenta de EEUU.

A medida que el equipo hiper white y las políticas ultraconservadoras de Trump se desplieguen con toda su crudeza, esos hispanos que no alcanzan a ser todo lo blancos que se requiere, o de los que su apellido delata su origen, ¿empezarán a pensar que se equivocaron de voto? Al tiempo. Parece que las sorpresas no han hecho más que empezar.