Cataluña es un pequeño país cuyo liderazgo político es compartido por una triada constituida por el president de la Generalitat, el presidente del FC Barcelona y la alcaldía de Barcelona. En la Cataluña de hoy el vicario president de la Generalitat es un alma en pena, activista frustrado incapaz de asumir las funciones de su alta responsabilidad, y la consecuencia es una presidencia vacante. La presidencia del Barça es el próximo objetivo del secesionismo. Queda solo la alcaldía de Barcelona como único poder todavía no controlado por la vorágine secesionista.

La alcaldesa Colau es bien consciente de este escenario. Llegó a la alcaldía de forma sorpresiva en el 2015, no esperaba gobernar pero la espantá de Trias le entregó "gratis" un potente instrumento de poder como es el Ayuntamiento de Barcelona.

En mayo de 2019 repite como alcaldesa y se prepara para una segunda fase en donde la realidad, poco a poco, irá sustituyendo a la utopía "antisistema". Hay sin duda un acontecimiento que refuerza su "liderazgo", el pasado 30 de diciembre el PSOE y UP firman un acuerdo para un Gobierno de coalición progresista. Colau coloca a sus peones en la capital del reino: Pisarello en la Mesa del Congreso, el "soberanista" Assens liderando el grupo parlamentario de UP, que da soporte al Gobierno de la Nación, y al profesor Castells en el Consejo de Ministros. Durante la pasada visita del presidente del Gobierno, Barcelona es reconocida como co-capital cultural y científica de España. Años atrás la alcaldesa abogaba por el irrenunciable "derecho de autodeterminación" de los pueblos que podría conducir a Barcelona a la capitalidad de la república catalana.

Aunque la alcaldesa se ofrezca como interlocutora ante el Gobierno de España, su liderazgo es poco consistente. Por una parte, está condicionado a que los “comunes” sean necesarios para la configuración de un nuevo Govern en las próximas autonómicas; mientras la resiliencia de los herederos de Convergencia podría dificultar el “sorpasso” de ERC, lo que pondría en peligro toda la estrategia de acceso al poder de los “comunes”. Por otra parte, los importantes déficits de gestión en el gobierno de Barcelona debilitan su liderazgo. Gobernar una ciudad como la capital catalana sin entender la importancia del mundo económico y de la inversión privada es sin duda un lastre.

La crisis del MWC es la consecuencia del enfrentamiento comercial entre EEUU y las multinacionales chinas por el control de la tecnología digital del 5G, pero al mismo tiempo ha mostrado la ausencia de liderazgo en las instituciones catalanas, especialmente en la alcaldía de Barcelona. La respuesta a la crisis ha sido la improvisación, derivada de la carencia de un proyecto estratégico para la ciudad metropolitana y global.

La gestión municipal de la Barcelona actual adolece de una obsesión propagandística que prima sobre la eficiencia, un ejemplo de lo apuntado sería la reducción del tráfico en la llamada zona de bajas emisiones que no está teniendo la correlación anunciada en la fluidez del tráfico urbano. TMB reconoce que solo se ha incrementado la demanda en estos meses en un imperceptible 0,8%. Las peregrinas propuestas de anulación del Puente Aéreo podrían terminar perjudicando la necesaria conectividad Barcelona-Madrid, favoreciendo los intereses de operadores y hubs extranjeros. Por otra parte, los posicionamientos restrictivos sobre el tráfico de cruceros en el Port de Barcelona pueden terminar incidiendo negativamente sobre el turismo y la generación de empleo.

La ciudad Condal necesita impulsar un proyecto estratégico basado en un nuevo modelo de gobernanza metropolitana. Solo desde un gobierno metropolitano se está en condiciones de dar respuesta a los grandes retos de futuro: la lucha contra la desigualdad, la creación de riqueza, la preservación del medio ambiente, la innovación digital…La actual alcaldesa genera serias dudas sobre su capacidad para liderar este proyecto.