Estoy desolada, lo confieso. Cuando vi en internet la solidaridad de los independentistas de Biafra a favor de la independencia de Cataluña, impecablemente ataviados con uniforme negro satinado, con banderas catalanas y biafreñas, puño en alto, lazos e insignias, unas gorras rojas que recordaban nuestras simpáticas barretinas y cantando con ardor algunos himnos desconocidos, pensé que era una maniobra de los pérfidos constitucionalistas para sumir el independentismo en un choque y profanar (es un decir) nuestros amados símbolos y tradiciones. También evoqué las bromas de Santiago Segura en su saga del comisario Torrente. Pues no, era un acto de solidaridad y apoyo a nuestra Diada Nacional, atendiendo una invitación de la ANC que ya en 2014 convidó a algunos luchadores de dicho país en formato más reducido y menos vistoso. El éxito no se ha hecho esperar. Whatsapps de muchos amigos e instituciones internacionales han taponado mi teléfono con frases del tipo: “Anna, por favor. ¿Qué está pasando?”, “¿Es el frente de Biafra?”, “Estoy estremecido”, “¿Estáis bien?“ y otros bienintencionados mensajes de perplejidad y preocupación. Quienes vivimos en Cataluña nos hemos ido acostumbrando a hechos insólitos y en muchos casos a auténticos despropósitos. Incluso algunos conciudadanos españoles se han ido aclimatando a cosas poco normales: cortar árboles y tirarlos a las vías de Cercanías, en curvas a ver si el maquinista se despista, embiste el árbol y descarrila algún vagón. Asaltar el aeropuerto Josep Tarradellas y correr por las pistas para obligar a congelar el tráfico aéreo. Quemar contenedores en el centro de la ciudad para sembrar el caos, dificultar el tráfico y aprovechar para romper los escaparates de los comercios del paseo de Gràcia y saquear las tiendas y otras variadas iniciativas acompañadas de alegres cánticos para animar el espíritu, ya que la marcha solía ser lenta y calurosa. Digo bien el tiempo del verbo ya que desde que la reivindicación contra la sentencia del Estatuto o pidiendo la reforma del sistema de financiación autonómica dio paso a la exigencia de la independencia, muchos catalanistas moderados hemos dejado de desfilar. Quizás imaginamos que esto podría acabar con los compañeros de Biafra cantado estrofas que no comprendemos y que algunos asistentes aplauden aun sin tener muy clara la localización geográfica y el problema supuestamente compartido.

El expresidente Puigdemont, durante años ejerciendo de periodista por tierras de Girona, es un hombre ingenioso. Ya recibió, hace unas semanas, en el Parlamento Europeo a una delegación de ciudadanos de Biafra y se hizo una sesión de fotos con la respectiva bandera, difíciles de interpretar. Recuerdo que, hace unos años, también intercambió algunos regalos con una tribu perdida en la selva amazónica. La fotografía, bien lucida, incorporaba plumas, tatuajes y taparrabos de los oriundos. Disculpen mis dudas, pero parece que todo eso forma parte de lo que llaman “construcción de estructuras de estado”. Estaré equivocada, pero hace unos años creí entender que eso consistía en traer a Cataluña instituciones estatales como la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, tener una banca catalana, etcétera. Hubo una que incluso tenía el nombre apropiado y que feneció en medio de mucho escándalo y pérdidas económicas. Otros dos bancos también catalanes, Sabadell y Caixabank, resistieron duramente todas las crisis y cuando parecían felizmente consolidados, no pudieron aguantar tantos despropósitos y se vieron obligados a mudar sede, a Valencia y a Mallorca, con nulo afán de regresar. Uno de ellos ya se ha convertido en la primera institución bancaria de España.       

Coincidencias en declarar la independencia, tanto en Biafra como en Cataluña, fue el modelo unilateral, si bien en Biafra duró tres años (1967-70) y en Cataluña no llegó al minuto. Antes de los 60 segundos la suspendió Puigdemont, quien la había proclamado. En Biafra la aventura causó cerca de tres millones de muertos, la mayoría por el boicot de alimentos a que fue sometida la zona. En Cataluña, afortunadamente, no consta ninguna baja, y si alguien falleció fue por causas naturales y no por falta de nutrientes.

Lo que son las cosas. Recordamos de Biafra unas imágenes impactantes de niños con vientres hinchados y piernas escuálidas provocados por la enfermedad de kwashiorkor, forma grave de desnutrición, que sufrieron millones de pequeños. La contraimagen es precisamente la pasada Diada, con un grupo de rebeldes vigorosos de Biafra (IPOB) desfilando a favor de la independencia de Cataluña, por el paseo de Colom en Barcelona. Vivamus videre.