La repoblación catalana de Andalucía

La repoblación catalana de Andalucía

Pensamiento

La repoblación catalana de Andalucía

Sin los catalanes la historia de Andalucía no estará nunca completa, y sin los andaluces la historia de Cataluña es sencillamente incomprensible

1 abril, 2018 00:00

El siglo XIII fue un período de expansión de Cataluña, por el Mediterráneo y el norte de África. Cuando a mediados de esa centuria el valle del Guadalquivir fue conquistado por las tropas castellanas, es comprensible que hubiese catalanes que decidieran participar en la repoblación cristiana de esas tierras. En las donaciones y privilegios regios, Alfonso X y Sancho IV señalaron que se debían aplicar las mismas normas a los catalanes que al resto de repobladores castellanos. En la primera oleada los catalanes repobladores no fueron comerciantes como tantas veces se ha repetido, sino soldados, artesanos y pequeños propietarios.

En el repartimiento de la ciudad de Sevilla encontramos catalanes como Guillem, Delmàs, Fillol o Arnau, hasta un “rico ome” de nombre Guillén de Monsalve, que daría lugar a unos de los linajes más importante de la época medieval. Incluso se puede asegurar que el lugar sevillano de Camas fue ocupado casi al completo por los conquistadores catalanes que procedían de Tarragona, Tortosa o Cardona. Por los estudios de Julio González se sabe también que del reparto de las tierras de Coria del Río se beneficiaron “500 omes buenos de Cataluña”, al parecer ballesteros que habían formado parte de las tropas enviadas por Jaime I el Conquistador. Uno de los proyectos que Fernando III aplicó en Sevilla en 1250 fue favorecer la llegada de comerciantes y marineros que le asegurasen la disponibilidad de galeras a su servicio. Entre los beneficiados por esta medida destacaron sobre todo catalanes, como los Malgraner, Çinca, Arnau o Pelegrín.

De Alfonso X a Carlos III

Después de la conquista de Sevilla cayeron Jerez y Cádiz, y aunque la repoblación en estas tierras fue más lenta, los catalanes siguieron interesados en ocuparlas. En los estudios de Manuel González Jiménez sobre el repartimiento de Jerez se registran apellidos tan catalanes como Agramunt, Berenguer, Descoll, Castells, Lleida, Figueres, Cruïa, Riquer, Vidal, etc. No ha de extrañar que en 1262 cuando Alfonso X ordenase el reparto de Cádiz pusiese al frente a un tal Guillem Berga. No fue exitoso ese primer asentamiento en Cádiz, a causa de la revuelta mudéjar y de los saqueos benimerines. En los sucesivos repartos, y junto a numerosos vascos, cántabros y castellanos, se registran también catalanes entre los que fueron frecuente nombres de pila como Guillem, Bernat o Guiral.

Fue Antoni de Capmany el primero que, en sus Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona (1779), llamó la atención sobre la presencia de conquistadores y repobladores catalanes en tierras andaluzas, y fue también el primer editor de los privilegios que Alfonso X concedió a los mercaderes catalanes para proteger su comercio. A su extraordinario conocimiento sobre las históricas relaciones económicas entre Cataluña y Andalucía, se añadieron los estrechos vínculos que mantuvo con reformistas ilustrados del sur.

Una de las reformas iniciadas y apoyadas por Carlos III fue la colonización de tierras baldías. La propuesta partió del alemán Gaspar de Thurriegel, quien en 1766 propuso al rey llevar a paisanos suyos para poblar tierras vírgenes de Puerto Rico y otros enclaves del continente americano. La intervención de Pablo de Olavide trasladó el interés de este proyecto a zonas despobladas de Andalucía: Sierra Morena y parte del camino de Córdoba a Sevilla. De ese modo, no sólo se aseguraba la comunicación de Madrid con Andalucía, también se podía intentar construir una nueva sociedad. A ese proyecto reformista se vinculó Capmany y fue, gracias a su intermediación, por la que los catalanes volvieron a participar en la repoblación de tierras andaluzas.

Del norte al sur y del sur al norte

No obstante, la primera oleada fue espontánea, según refiere el contador Míguez cuando aseguraba que solo los rumores “han bastado a atraer a numerosos paisanos españoles, especialmente catalanes y valencianos, que casi inundando la sierra en cuadrillas crecidas han venido y vienen suplicando que se les admita”. A fines de 1773 fue cuando Olavide y Capmany se pusieron de acuerdo para poner orden y concierto en la llegada de repobladores catalanes a La Carolina en Jaén. Las primeras doce familias salieron el 9 de marzo de 1774 desde Argentona, Terrassa, Esparraguera, Barcelona, etc. Y en sucesivos viajes se incorporaron catalanes de los obispados de Girona, Vic y la Seu d’Urgell, entre los que había albañiles, herreros, carpinteros, labradores o alfareros. Una de las operaciones más interesantes fue el establecimiento de fabricantes textiles. Pese al pesimismo de Capmany, Olavide consiguió que los igualadinos hermanos Borrull marchasen con sus operarios y demás pertrechos y levantasen una factoría que estuvo funcionando hasta la invasión napoleónica en 1811.

Aunque nunca hubo colonos que fueran del sur al norte, sí los hubo que bajaron del norte al sur. Pero no fueron los repobladores de tierras los únicos catalanes que vieron en Andalucía una tierra de oportunidades. Desde el siglo XIII hasta nuestros días, son innumerables las historias de catalanes que encontraron en el sur un espacio abierto para sus negocios y nuevas vidas para sus familias. En definitiva, sin los catalanes la historia de Andalucía no estará nunca completa, y sin los andaluces la historia de Cataluña es sencillamente incomprensible.