Ha vuelto. Él. El enviado. El deseado. El omnipresente. El deseado. El que faltaba. Pablo Manuel Iglesias. El líder de Podemos, de momento. Porque si se han ido los cuatro cofundadores del partido a lo peor el que debería irse es él. Pero ha vuelto. Vuelve. De su casoplón en la cercanía de la sierra madrileña a la plaza del museo Reina Sofía. De limpiar el culito de los niños a ensuciar el cerebro de los seguidores. Aunque son cada vez menos. La plaza es pequeña y dejando una corona limpia para que él, el deseado, pueda repetir su discurso, caben pocos cientos de seguidores. Bastantes eran simplemente curiosos. Pero ha vuelto, el Lenin deseado por los cuatro que quedan.

Un mes para las elecciones. Los sondeos dan a Podemos una caída vertical. Y los comentarios en los bares del barrio de Lavapiés, cuna de Podemos, lo mandan al hoyo. Por ser inconsecuente. Pero en la plaza hace autocrítica. Pero a los demás. Nunca a sí mismo. Autocrítica para los que han alimentado la grave crisis en que se encuentra Podemos. Estaba solo. Bueno con su heredera y compañera. Los Ceausescu, como los llama Alfonso Guerra. Solo. Los compañeros han huido. Errejón, Alegre, Bescansa. Nadie le acompañaba en su repetición del discurso de hace cinco años cuando quería asaltar los cielos y bajarlos a la tierra para disfrute de los ciudadanos. Pero el cielo que bajó sólo es para disfrute suyo. Como los de la casta que tanto denostaba. Claro, ahora Él está incluido. Ya no habla de la casta.

Él. Ahí estaba Él. En el centro de la plaza. En la cima del cilindro. Sin cartel, pero como si estuviera dentro del cartel. Él. El Lenin español, con su estilo y su discurso. Mismo discurso. Los Poderosos son los que mandan –omite la palabra casta, quién lo diría hace cuatro meses–. Los poderosos. Tienen más poder que los diputados sin que nadie los haya elegido. Como que descubre algo nuevo. El poder está en la banca, en los grandes empresarios y en los medios de comunicación. ¡Cáspitas! Lo de la banca y empresarios ya los sabíamos, pero lo de los medios. Sorprende. Porque ¿cómo se dio a conocer Pablo Manuel Iglesias? ¿Ha utilizado Iglesias a los medios? Qué cosas hay que oír después de tantos años. “Para escuchar estos discursos, mejor era quedarse en casa”, se comenta en una esquina de la plaza, junto al bar de Sanabria. De Zamora tenían que ser para no apreciar la oratoria de Iglesias, dicho con toda la ironía de León.

Que no sabía qué decir. Ni a quién echar la culpa de la desintegración del parido y darle gorrazos a la prensa siempre queda bien. Porque difícil es ver otro nombre que le deba más a la prensa. Otro líder que alcanzara la cima a base de utilizar a la prensa, a los medios de comunicación. La mejor prueba el sábado. Tuvo más discurso en la TV de La Sexta que en la plaza del mitin. Todo eso nos lo debiera explicar la Soraya Sáenz de Santamaría, La Triple S. Ella sí sabe por qué le interesó lanzarlo a la popularidad a través de los medios de comunicación. Todo se lo debe a ellos. Pero claro, ahora toca la información y la crítica.

Amigo Iglesias, ¿te has convertido en el nuevo César? ¿Eres el nuevo Perón? ¿Eres el nuevo Perón con la Evita Montero de heredera? Para eso se necesita un gran partido con poder. O tener ya el poder total sobre el país. No es su caso. Y tampoco te pondrán medallas por la forma de dirigir el partido. Porque lo tienes hundido. Toda la ilusión de un pueblo tirada al caldero de estiércol.  Ya no hay confluencias. Ya no hay pactos. Se han largado los dirigentes-compañeros. Algo se estará haciendo mal, ¿o no señor Iglesias? Pues por su discurso, no. Se echó en falta la autocrítica a pesar de su frasecita “hemos dado vergüenza ajena con nuestras luchas internas”. Su autocrítica. ¿Por qué le han abandonado sus compañeros? Si se han ido todos no son ellos los culpables. Bájese del cielo, digo del cilindro.

Fue un discurso zafio. Insulso. Demagogo. Pueril y de nivel muy bajo. No contó nada de la hecatombe de Andalucía. Él no es responsable. Los que se fueron. Sobre todo Errejón, debe pensar. Por no fulminarlo antes. Eso sí lo intentó, señor Iglesias. Fundirlo antes. Y claro, Errejón fue el que dio el golpe de partido cobijándose bajo la falda de la Carmena. Se largó protegido. Adiós señor Iglesias. Tampoco vio usted, amigo Iglesias, la huida de Alegre, ni la de Bescansa, a pesar de la advertencia de la lista opositora a tu liderazgo. ¿Y Monedero? De éste nunca se sabe a qué juega. Ahora pide un Vista Alegre III para coser lo roto.

El fin de semana fue la reaparición de Él, el que vuelve. Ha tenido tres meses de estudio y de trabajo cambiando pañales. La reflexión la dejó en el casoplón de la sierra. Porque le ha pedido autocrítica a los demás. No a sí mismo. Segundas partes nunca fueron buenas y repetir los acontecimientos y la imagen de hace un siglo no asegura el éxito. Estamos en el siglo XXI, señor Iglesias, por si todavía no se ha despertado de los tres meses de siesta. Despierte porque el castañazo se acerca.