El modelo económico del PP estuvo sustentado esencialmente en el crecimiento de las exportaciones y en los bajos salarios. No obstante, dio lugar también a un elevado incremento de la inversión en bienes de equipo, derivado principalmente del aumento de los beneficios de las empresas exportadoras. Desde una perspectiva macroeconómica, constituyó un gran éxito, pues permitió la recuperación del país y la reducción de sus desequilibrios internos y externos.
En la etapa 2014-2017, la economía española creció a una media del 2,8%, generó un promedio anual de 460.800 nuevos empleos netos, disminuyó su déficit público desde el 7% al 3,1% y consiguió una capacidad media de financiación respecto al resto del mundo (un superávit del país) del 1,9%.
No obstante, el modelo presentaba dos grandes debilidades: dependía en una sustancial medida de la coyuntura económica mundial e impedía que un gran número de familias salieran de la crisis. La primera provocaba que el crecimiento del PIB quedara excesivamente expuesto a la aleatoriedad (los llamados vientos internacionales a favor o en contra), la segunda estaba sustentada en la persistencia de bajos salarios.
Esta última no constituía una consecuencia indeseada, sino intencionada, pues el propósito del ejecutivo era que aquéllos ayudaran a mejorar la competitividad de las empresas españolas. En el período 2014-2017, la recuperación económica no llegó a numerosas familias porque sus salarios no la notaron. A pesar del elevado incremento del PIB logrado, el poder adquisitivo de los asalariados disminuyó un 2,6%.
La gran creación de empleo conseguida no sirvió para reducir la desigualdad en la distribución de la renta, pues ésta incrementó durante el período señalado. El coeficiente de Gini, que aumenta cuando lo hace la desigualdad, pasó del 33,7% en 2013 al 34,1% en 2017. Un clara indicación de que en dicho período a una pequeña parte de la población le fue muy bien y a una sustancial proporción le siguió yendo mal.
A diferencia del establecido por el PP, el modelo económico del PSOE debería estar basado temporalmente en el impulso del consumo privado y del gasto social. A pesar de no buscarlo, se beneficiaría de una gran aumento de la inversión en construcción, derivado de la existencia en la mayor parte del país de un elevado incremento de la demanda de vivienda. El antiguo dependía principalmente de la demanda externa, su sustituto lo haría de la interna.
En términos macroeconómicos, no habría ninguna duda: el modelo del PP sería mejor que el del PSOE, pues sería sostenible durante un período de tiempo más elevado. En relación al nivel de bienestar de la población, tampoco existiría ningún dilema: el segundo superaría al primero.
El nuevo modelo haría posible el regreso a la clase media de un gran número de familias, un aspecto que no consiguió, pero tampoco deseó, el antiguo. Para conseguir dicha recuperación, el Gobierno realizaría tres principales actuaciones: una elevada subida del salario mínimo durante un par de años, un incremento de la retribución de los funcionarios y empleados públicos algo superior a la inflación en los siguientes ejercicios y la derogación de la reforma laboral. Esta última medida permitiría trasladar la subida de salarios del sector público al privado.
El aumento del gasto de las familias vendría dado por la mejora del poder adquisitivo de la población y beneficiaría a una parte de los empresarios que aún no han notado la recuperación económica. En concreto, a numerosos comerciantes y productores que casi únicamente venden sus bienes y servicios a la población nacional. Una característica que permitiría que la creación de ocupación continuara siendo elevada (alrededor de 400.000 nuevos empleos anuales netos).
El incremento del gasto social sería posible debido a la menor necesidad de reducir el desequilibrio presupuestario público. La salida del procedimiento de déficit excesivo y el fin de la austeridad en la zona euro permitirían dedicar en los próximos años más dinero a Sanidad, Educación y asistencia social. La primera característica es consecuencia de la consecución en 2018 de un déficit público inferior al 3% y la segunda de la realización en 2019 por parte de Alemania y Francia de políticas fiscales expansivas.
No obstante, el nuevo modelo solo tendría una vigencia temporal y, además de para recuperar la clase media, serviría para refugiarse del viento en contra que llega de la economía internacional. Una duración excesiva de dicho modelo, que llevara a un déficit del país (la suma del privado y del público) por encima del 4% (en 2007 llegó al 9,7% del PIB), podría ser la señal de que una nueva recesión pronto afectará a España.
En definitiva, en 2014 el país se recuperó de la crisis, pero muchas familias no lo hicieron. Para lograrlo, toca cambiar de modelo económico y centrarlo en las personas. De esta manera, casi todos los que fueron clase media podrán volver a serlo. Si para ello es necesario subir impuestos, el Gobierno debería hacerlo. No obstante, principalmente sobre los que más tienen (incremento del impuesto de patrimonio y de sucesiones) y los que menos pagan (supresión del sistema de módulos y aumento del tipo efectivo del impuesto de sociedades).