Parece que estamos casi volviendo a la ansiada normalidad. Desde el inicio de este periodo que nos ha tocado vivir he seguido la evolución de un colectivo que no ha sido aplaudido, ni reconocido, ni tan siquiera citado. Son los trabajadores invisibles. Como si las personas que allí trabajan no hubiesen estado también al frente atendiendo las necesidades de la sociedad, o como si su función no tuviese trascendencia alguna. 

Que los Jueces, Magistrados, Fiscales y Letrados de la Administración de Justicia realizan una función imprescindible en un Estado de Derecho como es España es algo incuestionable. Y que han sido necesarios para garantizar los derechos de los ciudadanos, especialmente durante el estado de alarma es indiscutible. Así que vaya por delante mi reconocimiento a la labor, que no es baladí, que han realizado durante este tiempo lleno de dificultades. 

Pero, ¡ay los funcionarios de justicia! Esos trabajadores invisibles que parece que no están pero que son indispensables para que funcione una oficina judicial. Esos trabajadores que, de una forma discreta, atienden a quienes acuden angustiados a un entorno frio y desconocido, que provoca como mínimo desazón y nervios porque en el juicio que próximamente se va a celebrar se están jugando su despido, o una indemnización, o su libertad. Esos funcionarios que atienden con delicadeza, a pesar del montón de papeles que tienen encima de la mesa, a aquella mujer que llega destrozada por la terrible experiencia de agresión vivida horas antes en su propio hogar provocada por su pareja que ha resultado ser un completo desconocido. Esos trabajadores, en fin, que ya antes de la pandemia trabajaban en unas condiciones deplorables, donde se amontonan dia tras dia expedientes encima de su mesa y como ya no caben ni en los armarios los ponen encima de una silla o en el suelo con cuidado de que no coincida con el sitio donde tendrán que poner el cubo para recoger la gotera que se producirá cuando llueva. 

Sí, esas personas invisibles que también han estado ahí, al frente, encarando a un virus cruel que podía acabar con sus vidas porque desde el principio reclamaron medidas preventivas para su protección pero no las tuvieron hasta pasadas unas semanas. Y había que cubrir servicios mínimos indispensables, ya fuese en los juzgados de guardia, en los Registros Civiles, en procedimientos urgentes con presos o en Juzgados de Violencia de Género. Mientras hemos estado confinados lo prioritario era salir de la terrible crisis sanitaria, pero ahora ha llegado el momento de agradecer también a los funcionarios, trabajadores y demás operadores jurídicos el esfuerzo realizado y la profesionalidad demostrada en la situación complicada en que se han encontrado. El aplauso y la palmadita en la espalda siempre son bienvenidos pero no bastan; ya llevan sufriendo mucho tiempo, especialmente en Cataluña, la dejación de funciones de la Consellería de justicia junto a una fina lluvia de agravios sostenida en el tiempo que va desde declaraciones que pretendían minar la confianza de los ciudadanos en esta institución, hasta la falta de inversión en el mantenimiento de las sedes judiciales provocando, en muchas ocasiones, la imposibilidad de trabajar en unas condiciones dignas y además tener que soportar ser los funcionarios peor pagados de todo el territorio español a quienes, además, se les adeuda parte de su paga extra de 2013 y la totalidad de la de 2014

Ahora se enfrentan a una etapa repleta de más dificultades donde el colapso sistémico ya existente se ve agravado por la paralización de los expedientes durante estos meses y la entrada de muchos otros que han estado a la espera de que se abrieran las puertas ¡y los que vendrán! Y ellos estarán ahí, una vez más, intentando dar el servicio de calidad que los ciudadanos merecen. ¿No sería un buen incentivo que la Consellería de Justicia de la Generalitat, llevase a cabo el cumplimiento de la iniciativa presentada por Cs y aprobada por el Pleno, hace unos meses, consistente en el aumento del complemento específico, después de 14 años sin revisar? 

Merecen un reconocimiento, y no solo a través de este escrito. Res non, verba. El sistema judicial debe dejar de ser el gran olvidado. Necesita en su conjunto introducir reformas en instalaciones, mayores recursos personales y materiales, y en definitiva necesita ser modernizado. 

Dicen que toda crisis puede convertirse en una oportunidad. Deberíamos aprovecharla y convertirla en una oportunidad para mejorar.