Es un tema recurrente entre sociólogos, politólogos, periodistas e historiadores dar una explicación de por qué en España los partidos que se autocalifican de centro, es decir, por qué aquellos que adoptan una postura ideológica y estratégica distante a la de los grandes partidos, socialistas o conservadores, no tienen éxito. Consideran que la mayoría de los ciudadanos de las sociedades modernas son partidarios de soluciones mixtas y huyen de la radicalidad.

Conceptualizar el centrismo político es una tarea difícil porque resulta complicado delimitar en qué paramentos ideológicos se ubican. Suele clasificárseles dentro de la corriente del liberalismo, y en algunos casos del reformismo, y de hecho los partidos que se autodenominan centristas se afilian a la Internacional Liberal, aunque esta denominación, como la de reformista, también tiene amplias interpretaciones históricas y conceptuales. Se les supone una actitud de equilibrio ante los radicalismos de ambos.

De hecho, el término ha sido asumido por los socialdemócratas, etiquetándose de centroizquierda, y por los conservadores de centroderecha. De tal forma que se destaca, en ambos casos, una tendencia a la moderación para coincidir con lo que se supone quiere la mayoría del electorado. Pero tanto unos partidos como otros critican que exista una ideología o una estrategia política independiente de centro. Margaret Thatcher señalaba que, si se está en medio del tráfico, entre dos corrientes, se corre el peligro de ser atropellado. De igual manera los socialistas consideran que el centrismo no tiene entidad, es tan solo un subterfugio que acaba siempre desembocando en posiciones de derechas cuando hay que tomar decisiones o, en todo caso, deshaciéndose por divisiones internas.

En España, desde 1977, socialistas y populares han hegemonizado el cuerpo electoral español, con la salvedad de Cataluña o País Vasco donde los partidos nacionalistas han sido dominantes. El PSOE, por el que muy pocos apostaban en 1976, se convirtió en la primera fuerza de la izquierda donde convergieron los demás socialismos que habían surgido en épocas anteriores. Todavía está por estudiar las razones que impulsaron a muchos ciudadanos a votar una organización que levitaba en el exilio pero que mantenía en las mentalidades (o lo que de una manera cansina se denomina imaginario colectivo) de muchos españoles unas señas que conectaban con el partido que se había fundado en una taberna madrileña un 2 de mayo de 1879, con Pablo Iglesias Posse como su principal líder.

La UCD intentó aunar al conjunto de fuerzas que se agrupaban en torno a la democracia cristiana, liberales, reformistas y conservadores, al tiempo que surgía una formación liderada por Manuel Fraga, AP, que a partir de 1982 quedó como la representación de la derecha española. Sus crisis internas, la dificultad de crear una alternativa al PSOE, le llevó a una refundación donde se incrustaron gran parte de las tendencias que habían constituido la UCD. El 2 de enero de 1989 nacía el Partido Popular que ha permanecido, hasta la actualidad, como fuerza representativa del centroderecha y la derecha española, con una organización más estructurada y eficiente que le proporciona una mayor estabilidad.

Otras organizaciones han intentado subvertir esta dicotomía política. Desde 1921 en que se fundó el PCE, a partir de una escisión del PSOE, ha representado una fuerza de izquierda minoritaria con respecto a este, salvo en el periodo de la Guerra Civil. Durante el franquismo supo canalizar la oposición clandestina movilizando a sectores sociales diversos y sus dirigentes no entendieron que, a partir de la Transición, el electorado se inclinara mayoritariamente por el Partido Socialista. De hecho, sufrió crisis y escisiones, potenció plataformas amplias para contrarrestar al PSOE con Izquierda Unida pero no sobrepasó generalmente el 12% de los electores en su época más representativa, e incluso algunos de sus dirigentes acabaron en el PSOE.

En enero de 2014 nació Podemos, como efecto de una crisis económica mundial, donde desembocaron movimientos que se posicionaban contra la política de los partidos tradicionales, y en concreto contra el PSOE, que consideraban enquistada y dominada por unas élites que no resolvía los problemas de las cada vez mayores desigualdades, con un paro juvenil creciente y la reivindicación del pluralismo nacional. Sus resultados fueron espectaculares para una formación que se constituyó en poco tiempo hasta alcanzar, en 2015, 69 escaños, y consideraron que podían dar el sorpasso al PSOE, pero su fuerza, tachada de populismo izquierdista, fue disminuyendo y en las elecciones de noviembre de 2019 bajó a 35 diputados.

La crisis de UCD provocó que Adolfo Suárez, su líder, creara en 1982 Centro Democrático y Social (CDS) que en 1986 obtendría alrededor de 1.800.000 votos y 19 escaños y se vinculó a la Internacional Liberal. Su equidistancia entre el PSOE y el PP empezó a romperse en 1989 cuando pactó en Madrid con el PP para conseguir la alcaldía. Su estructura interna se dividió entre posiciones a la izquierda y derecha. En 1989 perdió 5 diputados y en 1991 Suárez dimitió después de las elecciones municipales y autonómicas. A finales de siglo el partido estaba desintegrado, acabó desapareciendo después de diversas crisis internas en 2006, y una mayoría de sus militantes se integraron en el PP.

Ocurrió algo parecido con la Unión, Progreso y Democracia (UPyD), nacida en 2007 con una proporción de militantes procedentes del PSOE, que consiguió representación parlamentaria y europea, (1.143.225 votos en 2011) pero perdió fuelle cuando se dividió por la estrategia de alianza con Ciudadanos y acabó disolviéndose. Ciudadanos, nacido de la Plataforma Ciutadans de Catalunya en 2006, consiguió aunar el voto antiindependentista y ganar, en 2017, las elecciones al Parlament. Su proyección en España fue de 3,5 millones de votos en las generales de 2015 y llegando a un máximo en abril de 2019, con más de 4 millones de votos y 57 diputados. Se negó a apoyar a Pedro Sánchez en la investidura de 2019 y al convocarse nuevas elecciones en noviembre de 2019, su representación se redujo a 10 diputados y Albert Rivera dimitió. A partir de entonces la fuerza de Ciudadanos se ha ido debilitando con la posibilidad de su desaparición futura.

Desde otra perspectiva nació Vox, en 2013, que puede considerarse una escisión del PP, con un planteamiento similar a lo que se conoce como extrema derecha en Europa: contrario a las autonomías, a la Ley de Violencia de Género, a la de Memoria Histórica o al mantenimiento de la soberanía española por encima de la Unión Europea. Su fuerza se ha incrementado desde noviembre de 2019 en las Cortes Generales y en las Autonomías, como reacción al Gobierno de coalición entre PSOE y Podemos, y los pactos con Bildu, ER l PNV.

El bipartidismo imperfecto ha sido cuestionado desde la izquierda y derecha, y, aunque hasta la fecha no lo han superado, sí han horadado sus hegemonías. Unidas Podemos surgió como reacción a lo que consideraba moderación del PSOE en las cuestiones territoriales, sociales y económicas, pero ha ido desinflándose ante su propia división interna y las realidades de lo que representa gobernar en la coalición.

UPyD, Cs y Vox crecieron a partir del procés catalán y la posibilidad que el independentismo culminara en la desmembración de España. Unos y otros han tenido la tentación de superar y sustituir, en algunos casos, a los dos grandes partidos sin tener la paciencia orgánica e ideológica de asumir su posición de bisagra y modelar la política del PP y PSOE.

Tal vez, y en la situación actual, para afrontar la incertidumbre sobre la estructura del Estado, la dispersión política con opciones provinciales desconectada del PSOE y PP, el relato y la acción de los partidos nacionalistas que han condicionado las políticas de los gobiernos del PP y PSOE, y alcanzar un cierto consenso de estabilidad social y política, habría que constituir, a la alemana, un Gobierno de coalición entre PP y PSOE.